Apenas se escuchaban carraspeos en la sala. Bastó un movimiento grácil de la mano del director argentino Daniel Barenboim, para que el silencio mute en las primeras notas de una melodía.
Al poco tiempo, el maestro levantó su diestra de nuevo y marcó una pausa. Los músicos acercaban sus rostros a las partituras y empezaban de nuevo. Ayer en la mañana esta escena se repitió en varias ocasiones, durante el repaso de la Orquesta Divan Este-Oeste, en la Fundación Filarmónica Casa de la Música.
Este proyecto, liderado por Barenboim y el filósofo Edward Said (+), se consolidó en 1999 con el propósito de reunir a jóvenes talentos musicales de Arabia, Israel y Palestina. “Nos sentimos orgullosos cuando dicen que es una Orquesta creada para la paz, pero lastimosamente no es así”, declaró el músico en la rueda de prensa que ofreció el pasado jueves, en la capital.
Es que una de las motivaciones para formar el conjunto fue la disminución de las diferencias entre palestinos e israelíes. Las primeras reuniones del grupo se desarrollaron en Weimar (Alemania) y en Chicago (EE.UU.).
Sin embargo, desde el 2002, las ediciones se establecieron en Sevilla, España. Ese año, además, ingresaron a la Orquesta jóvenes músicos españoles. En ese país se reúnen cada verano para realizar un taller formativo entre todos sus integrantes, para posteriormente iniciar una gira de conciertos por el mundo.
La minuciosidad de Barenboim es notoria durante los repasos. Vestido con una camisa de mangas cortas (con rayas plomas y celestes), un pantalón blanco y calzado del mismo color, el músico marcaba el inicio, una y otra vez, de las piezas que tenía previsto tocar durante su presentación, la noche del viernes.
Las sugerencias y las consultas de los músicos se escuchaban entre cada pausa. De igual manera, apenas se percibía el sonido de los disparos de las cámaras y los tímidos pasos de los invitados que asistieron a presenciar la jornada. Entre ellos estaba Lenín Moreno, vicepresidente de la República.
Visiblemente emocionado, el Segundo Mandatario seguía atento cada intervención de la Orquesta. Barenboim tomó un sorbo de agua y anunció el primer descanso. Entonces, bajó del escenario con premura y se acercó al graderío, donde se encontraba Moreno.
Fue un diálogo corto en el que los focos de las cámaras de video iluminaron sus sonrientes rostros. Minutos después, seguidores del músico, con esferos, fotos y libros en mano, lo siguieron en su ruta de vuelta al escenario.
Como si se tratase de una clase, su sola presencia era suficiente para que se silenciara el auditorio y sus pupilos se ubicaran en sus respectivos lugares. Allí, la concentración no dejaba lugar para las sonrisas y la búsqueda de las notas perfectas se tornaba en la meta visible del director, quien no reparaba en señalar, con un tono grave y serio, cuando algo no sonaba a la medida.
Tras su presentación en Quito, la Orquesta tenía planeado continuar con su gira por Colombia y Argentina. El conjun-to ha estado presente en Ale-mania, Reino Unido, Francia, Suiza, Bélgica, Turquía, Italia y Portugal.
En Latinoamérica ha visitado Argentina, Uruguay y Brasil. En el 2003, en cambio, tocó por primera vez en un país árabe en un concierto en Rabat, Marruecos. De igual manera, en el 2005 en un país de Oriente.
Tres años antes, en el 2002, Said (+) y Barenboim recibieron el reconocimiento Príncipe de Asturias de la Concordia. Asimismo, obtuvieron el Premium Imperiale, concedido por la Japan Arts Association, y un Emmy Internacional, por la presentación de su DVD Knowledge Is The Beginning.