La Bufanda del Sol, un momento en las letras

Portadas de La Bufanda del Sol.

Portadas de La Bufanda del Sol.

Ahora, décadas más tarde, los textos que se publicaron en esa docena de ediciones se recogen en una antología de cuatro volúmenes: uno de cuento, otro de poesía, el tercero de ensayo ecuatoriano y el último de ensayo internacional. Si la primera etapa de La Bufanda del Sol -según Raúl Pérez Torres, coordinador de la antología y miembro del consejo de redacción de la revista- fue signada por la política, y la segunda etapa también por la política pero con una apertura hacia aspectos más literarios; esta antología se hace desde el recuerdo y, sobre este, desde la nostalgia.

Además de Pérez Torres, el consejo de redacción de La Bufanda del Sol reunió a Raúl Arias, Iván Carvajal, Agustín Cueva, Esteban del Campo, Guido Díaz, Iván Egüez, Ulises Estrella, Leonardo Kosta, Alejandro Moreano, Francisco Proaño, Carlos Rojas, José Ron, Fernando Tinajero, Abdón Ubidia, Humberto Vinueza, Pablo Barriga, Antonio Correa y Julio Saltos. Iconoclastas, sí, y parricidas, más en el decir que en la praxis.

Los prólogos de los cuatro volúmenes, escritos por Proaño, Tinajero, Pérez Torres, Moreano y Estrella, remiten al contexto en el que se realizó el proyecto, citan a sus pensadores referentes y dan cuenta de las relaciones con otros autores del extranjero. En la poesía hay amplia presencia chilena con Oscar Hahn, Gonzalo Rojas o Enrique Lihn. Algunos ensayos llevan la firma de Cortázar, Walter Benjamin, Roman Jackobson... Y en los cuentos, hay relatos de Eduardo Galeano o Mario Benedetti.

Era pues una literatura comprometida, que se escribía, leía y accionaba desde la posición política y el desencanto. La reaparición de estos textos, en este momento, podría verse desde la reflexión sobre esa época de Latinoamérica, desde la crítica a la estética de esos años o como evaluación de lo acontecido con la cultura desde entonces.

Pero más allá de eso, esta publicación sugiere recordar que existe un proceso en las letras del país; eso antes que escupir al cielo para borrar nombres y títulos o sorprender señalando que no existe tal cosa como la Literatura Ecuatoriana. Y no resulta ineludible plantearse la discusión, entre pasado y presente, entre las ansias de mostrarse como epígonos o como fundadores de narrativas y poéticas; una discusión más allá de parricidios o de la inutilidad de ellos. Debate trazado en el camino entre novedad y tradición, entre ruptura y canon.

No es cuestión de ser ‘light’ o profundo en los análisis, sino de saberse parte de un andar que, con rupturas y continuidades de por medio, configura la Literatura Ecuatoriana. Se trata, además, de conocer al dios-creador-escritor, para desacralizarlo después y conocer su verdadera dimensión, sea enorme y universal o chica y local; se trata de medir y balancear el peso de las causas políticas y sociales sobre el quehacer escriturial, de comprender las búsquedas actuales, ciertamente distintas, en un mundo que se abre simultánea e infinitamente a otras posibles lecturas.

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