Un día descubrió que el libro que estaba leyendo llevaba meses en su velador. La española Matilde Asensi (1962) se dio cuenta de que ya no solo no estaba escribiendo -lo que siempre quiso hacer-, sino que tampoco leía. Y su decisión fue radical: dejó su trabajo de periodista de radio, tomó uno administrativo que le dejara tiempo libre, y comenzó a inventar historias.
Tres autores la nutrieron como escritora: Marcel Proust, Marguerite Yourcenar y Jorge Luis Borges; pero fue ‘El nombre de la rosa’, de Umberto Eco, el libro que la impulsó a dedicarse a las novelas históricas, con las que ha conseguido 20 millones de lectores. Hoy se reconoce a sí misma una escritora de superventas. Y con orgullo.
‘La conjura de Cortés’ (Planeta) cierra la exitosa saga de Matilde Asensi dedicada al Siglo de Oro español. Una trilogía que nació a partir de su interés por la Conquista de América. “Es un tema muy aburrido, que a nadie le interesa porque lo enseñan muy mal en el colegio. Un día dije ‘quiero saber más’; y al final de esa frase siempre hay un libro. Me encontré con un montón de cosas que me sorprendieron: no era verdad lo que nos habían enseñado. No se trataba de un siglo de oro, por ejemplo, sino de uno de hambre. Esto me rebeló”.
Así, la autora escogió tres escenarios para abordar el tema: la zona del Caribe, con Venezuela y Colombia; España, y México. Siempre en un entorno de aventuras, algo de romance y una protagonista, Catalina Solís, quien debe asumir una falsa identidad masculina -Martín Ojo de Plata- para comandar los barcos durante aquellos tiempos machistas. Ella carga con una misión que le dio su padre antes de morir: “No permitas que ni uno solo de los hermanos Curvo siga hollando la tierra mientras tu padre y los demás nos pudrimos bajo ella”. Matilde Asensi siempre quiso escribir acerca de la venganza.
¿Cómo creó este personaje de doble identidad?
Estaba escandalizada al ver cómo ha desaparecido la mujer de la historia. Entonces, en un libro me encontré con la figura de Isabel Barreto de Mendaña, la viuda del descubridor de las islas Salomón. Era de una familia criolla del Perú, muy rica, y su marido organizó una segunda expedición a las islas. Durante el viaje, Mendaña muere, y los capitanes se reúnen a ver quién tomará el cargo. Ella, decidida, se puso la ropa de su marido y dijo: ‘Esto lo ha pagado mi familia, así que lo voy a comandar yo’. No solo llegó a las Salomón, sino también a las Filipinas y regresó. La historia me impactó, y de ahí nace Catalina. Me di cuenta de que era un fenómeno cultural de toda la Europa de la época: las mujeres que, sin ambigüedad sexual, se disfrazaban de hombres para hacer lo que como mujeres no podían.
¿Hay un fin pedagógico en sus novelas?
No. Lo que sí pretendo siempre es aprender más. Escribo lo que me gustaría leer, y a mis lectores les gusta lo mismo.
¿Cuánto hay de ficción y cuánto de realidad?
Yo respeto la historia, no soy historiadora. Esa es una debilidad, puedo equivocarme, y por esa inseguridad soy tremendamente exigente y meticulosa a la hora de comprobar cada cosa que escribo, para que mis lectores no vean que hay un error. Lo que hago es como tejer, sin tocar la historia. Los personajes se adaptan a ella y ocupo los espacios vacíos.
La lengua de aquellos tiempos
“A tal punto, por fin, con el entendimiento mejor concertado, el hielo de mi ánima principió a derretirse y me apercibí valederamente de que mi dulce Alonso estaba en manos del loco Lope”, se lee en ‘La conjura de Cortés’. Porque además de documentarse históricamente, Asensi se internó en el castellano de la época.
“No hice nada más que leer el Quijote de Cervantes, libro que me gusta mucho porque fue un ‘best-seller”, explica. Y continúa: “Empezaba todas las mañanas leyéndolo y hacía una lista de expresiones que me gustaban. Así, durante seis años. Ha sido como mi libro de oraciones. Cuando ese lenguaje fluía en mi cabeza, ya era fácil para mí la lectura y no tropezaba. Lo usé básicamente porque mi novela transcurre entre 1597 y 1609, y el Quijote se publicó en 1605”.
¿El riesgo de esto era expulsar al lector con un lenguaje que le fuera ajeno?
El trabajo ha estado en escribirlo de manera que el lector entre en una especie de hipnosis, citando a García Márquez. Que la historia le atrape de manera que no la pueda soltar. La tarea fue dura y por eso no volvería nunca a escribir en el castellano del Siglo de Oro. Utilicé solo expresiones que como mucho hicieran buscar el sentido con el contexto. Que no despertara al lector, pero le diera sabor, color y olor.