Por dejar un legado. Por crear un grupo. Por hacer que reviva una actividad artística o mantener su arte en la sociedad. No son pocos los artistas de renombre que han formado sus propias academias de arte, en donde transmiten su pasión por lo que hacen.
Talleres de narrativa, clases de canto, cursos de pintura, clases de danza son algunas de las disciplinas que ofrecen varios íconos artísticos de los escenarios.
Ellos dejan su sello en sus estudiantes al impartir sus conocimientos y experiencias.
Beatriz Parra, soprano, posee el Conservatorio María Callas, en donde imparte clases de canto lírico. Luego de su regreso de Rusia, donde estudió música en el Conservatorio Tchaykovsky, se inició como profesora dando clases a un pequeño grupo de jóvenes.
Siempre había considerado que era necesario que los artistas tengan una buena instrucción y escuela, expresa Parra.
Desde hace ocho años, Parra se dedicó de lleno a la pedagogía. Su deseo es descubrir talentos dentro del canto lírico.
“Yo hago hincapié en que mis alumnos deben ser diferentes a los otros. Tienen que ser personas que cuando canten, lo hagan interpretando lo mejor que puedan al compositor de cada tema”.
Su objetivo es ‘sembrar’, formar cantantes que en Guayaquil puedan integrar una compañía lírica y un teatro de ópera.
Una de sus alumnas es Priscila Astudillo, de 20 años. Dice que su amor por la ópera ha crecido con Parra. Ella estudia en el conservatorio desde hace dos años. “Aunque ella es dulce, si no hago muy bien las cosas me reta, pero siempre con paciencia”.
Hace 17 años, Yesenea Mendoza creó el primero de sus centros artísticos. Asegura que siempre le gustó enseñar, aunque antes estaba dedicada a su formación.
En Guayaquil tiene 4 academias y una fundación. La filosofía que implanta en sus estudiantes es que la danza debe ser parte de su vida, de la educación y cultura, incluso de sus familias.
Aunque ella posee una imagen en el medio social, la bailarina señala que eso no fue un pilar para sostener su instituto. Si no se tiene una buena metodología y disciplina, los estudiantes que se incorporan al inicio pueden desaparecer, afirma Mendoza.
Cecilia Ansaldo empezó dictando clases en el Teatro Centro de Arte, en la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil y en la Universidad Casa Grande.
Su paso por la cátedra permitió a Ansaldo detectar que el mayor interés por la literatura está en las personas adultas.
Ahora, decidió probar con un espacio privado, ágil, abierto, modificable a los intereses y horarios de las personas que lo solicitan.
Así nació ‘Estación LibroAbierto’, ubicado en la ciudadela Entre Ríos. “Estos cursos, que no suponen una carrera universitaria ni tienen la meta de una aprobación o de una calificación, prueba en realidad el gusto por la literatura”, señala Ansaldo.
En ese espacio cultural se acercan personas que buscan compartir la afición por los libros y la buena plática, aunque indica que no es un simple club de amigos, ya que en este sitio no están sujetos a improvisaciones, sino que tiene una sistematicidad.
Para Sonia de Marques, pintora, todos pueden ser artistas. Depende de la voluntad y de la pasión del profesor, dice. Esa vocación, la necesidad de enseñar, es lo que llevó a crear ‘Galería de artistas’, ubicada en el edifico Las Pirámides, en la Nueva Kennedy.
Lo más bonito –añade- es ver al alumno que logra eso que no podía hacer. Descubrir el potencial y desarrollar el intelecto del estudiante es un proceso en el que trata que la persona se sienta libre.
“La expresión de los sentimientos se muestra en el dibujo y luego los resultados de la perseverancia de las clases muestran el artista que tienen escondido”, comenta.
En dos meses piensa implementar nuevas áreas en su taller.