Dan ganas de meterle diente a la obra. La artista María José Argenzio fabricó nueve columnas corintias, muy usadas en las edificaciones europeas. Pero para fabricarlas, en vez de cemento, empleó fondant: la pasta blanca con la que se recubre algunas tortas.
El fondant usado tiene un olor a almendras que se riega por toda la galería Nomínimo y es capaz de alborotar el estómago de cualquiera que no haya almorzado por entrevistar a artistas en horas de almuerzo. Una vez superada la hambruna inicial, y salir airoso de la advertencia de “Ver y no tocar y peor comer”, recién es posible recaer en los significados que maneja esta exposición.
Según el crítico de arte Rodolfo Kronfle, la decisión de recubrir las columnas con fondant, como si fuesen tortas festivas, “habla de un mundo artificial, de falsas apariencias y de envejecidas tradiciones vacías de sentido”.
La autora comparte esta opinión. Considera al fondant como un ingrediente que está presente en varios episodios de la vida. Es el elemento que recubre las tortas para bautizo, primera comunión y matrimonio.
Ella, que es atea, se opone a estos eventos con alta carga religiosa e inventados por la sociedad. “Siempre me quejé del bautizo. A mí me parece súper insultante que mis padres me hayan bautizado (de bebé) sin que yo pudiera decidirlo. Tampoco creo en el matrimonio. No me voy a casar”, enfatiza Argenzio, de 35 años.
Por otro lado, en esta muestra, Argenzio nuevamente pone en escena su discurso sobre lo efímero. El fondant no fue alterado. No se empleó ningún otro elemento para alargar su descomposición. Las columnas irremediablemente terminarán por caerse.
De hecho, algunos partes de las columnas ya están resquebrajadas. La muestra se abrió el 30 de noviembre pasado y permanecerá hasta el próximo 24 de diciembre. Está pensada para durar aproximadamente un mes.
La mayoría de obras que Argenzio ha presentado en su carrera juegan con la idea del tiempo transitorio. Esta última instalación suya nació y morirá en la galería Nomínimo, lo que le da a la pieza una temporalidad tan limitada que la aleja de lo comercial.
Un detalle que llama la atención es que estas columnas no cumplen su función tradicional: la de sostener. Fueron sacadas de su contexto habitual. Cada una de ellas mide 4,64 metros de altura. Siete permanecen en el interior de la galería y dos fuera de ella, cerca de la puerta principal.
No es la primera vez que Argenzio recubre con otro material sus objetos. En el 2005, en la muestra ‘Esculturas fugitivas’, vistió con uvas unos troncos de caoba (que es una de las maderas más finas que existen). Permitió que las uvas se descompongan por tres meses, de manera que el olor putrefacto era parte de la experiencia. Las frutas -negras producto de su descomposición- fueron incrustadas con clavos.
En el 2007, en la exposición ‘Hortus Conclusus’, cubrió con tela de yute varios árboles de mango. Esto les dio una textura más irreal que real.
En el 2011, en la exposición denominada ‘Just do it’ , cubrió con pan de oro 25 mil monedas del difunto Sucre. Con esto revalorizó una moneda en desuso.
En la XI Bienal de Cuenca, que se efectuó el mismo año, presentó‘7,1 kilos’: una pieza de videoarte en la cual bailaba ballet con unos zapatos que tenían pesas de plomo normalmente usadas para pescar. Cada movimiento era efectuado con dificultad y dolor. Con el disfraz que le colocó a su calzado mostró la paradoja de una práctica que, aunque femenina y de élite para el imaginario común, a Argenzio le resulta masoquistamente dolorosa.
María Fernanda Cartagena, profesora en la maestría de Artes Visuales de la Universidad Central, considera que la obsesión de Argenzio por recubrir no es simplemente una técnica sino un recurso metafórico. Con este criterio coincide Kronfle.
“El uso de materiales para recubrir activan las metáforas de cada pieza. Al vestir con otros materiales hace referencias semánticas”, dice Kronfle.
La misma artista, que se formó en Londres, explica cómo se produce este ‘leitmotiv’ que comanda su obra. “Yo, por lo general, estoy encerrada en mi estudio, tomando lo que tengo a la mano para armar cosas. Busco texturas y figuras geométricas inconscientemente. Me inquieta la idea de la experiencia del principio y del fin. Al final termino utilizando materiales orgánicos”, cuenta.
Y en esta obsesión por evidenciar el ciclo vital de los materiales orgánicos que suele utilizar para construir algunas de sus piezas, ha dejado que se pudran manzanas, mangos, bananas, entre otras frutas a las que les ha hecho de todo. Como unos guineos cosidos con hijo rojo; o manzanas recubiertas con látex. Estas obras obligan al espectador a involucrarse en la experiencia.
Por plantear procesos artísticos en los que ella se convierte en espectadora de la descomposición, la crítica la ha considera parte de quienes hacen Process Art: corriente que privilegia el proceso al producto final de la obra. Al final, lo que Argenzio termina por mostrar con su arte es lo bello de lo repugnante o viceversa.
Trayectoria
La ecuatoriana María José Argenzio estudió Arte en el Fine Art Middlesex y en el Fine ArtGoldsmiths College de Londres , Inglaterra.
En el 2011 participó en la XI Bienal Internacional de Cuenca con la obra ‘7,1 kilos’.
Sus obras han sido expuestas en Londres , California , Guayaquil, Quito y Cuenca.
‘La educación es las hijas de Clovis’ permanecerá hasta el 24 de diciembre en la Galería Nomínimo, Guayaquil.
PUNTO DE VISTA / Mónica Vorbeck, crítica de arte
Recubre para resignificar
La artista María José Argenzio tiene una constante: la de recubrir los objetos. Pero esto parte de un deseo de resignificarlo todo. Con esa ta metamorfosis ella permite que se muestre un nuevo contenido o visibilizar uno que permanecía oculto. Con ese disfraz con el que cubre a los objetos ella invita al espectador a plantearse de una manera crítica lo que esta viendo. También hay otra constante en su trabajo: este juego entre lo natural y lo artificial. Esta es una preocupación que ha estado presente a lo largo de la historia del arte, pero más frecuentemente en los artistas contemporáneos .