Le dicen el Chacal, pero el apodo está mal puesto. En realidad es un tiburón. Blanco y de dientes afilados. Andrew Wylie no va tras la carroña que dejan los grandes depredadores, sino tras presas grandes, escritores de peso, ya consagrados o con mucho potencial. Desde Philip Roth, Martin Amis o Roberto Bolaño a Karl Ove Knausgård, su último descubrimiento.
Su paso por la Feria del Libro de Buenos Aires causó revuelo. Dio las entrevistas que quiso y en las Jornadas Profesionales ofreció ante editores y libreros una conferencia pagada -145 dólares- donde repitió su filípica habitual: “Amazon es un cáncer”.
En privado se reunió con María Kodama para hablar de uno de sus más ilustres representados, Jorge Luis Borges. “Estamos pensando que quizás se encargue una nueva traducción de su obra al inglés para las nuevas generaciones”, reveló Kodama a “El Mercurio”.
Hijo de un editor y de una heredera de la banca, Wylie nació en Boston el año 1947. Tuvo una educación privilegiada en un internado de Concord, New Hampshire, que lo expulsó por vender alcohol a sus condiscípulos. En Harvard, donde fue alumno de Robert Lowell, se graduó – summa cum laude – en literaturas y lenguas romances. Adoraba a Ungaretti, pero también recitaba a Homero en griego y leía a Tucídides. Cuando quiso dedicarse a la edición, Joseph Fox, el editor de Truman Capote, lo disuadió de la idea y le recomendó hacerse agente literario. Se fue a Nueva York, arrendó una tienda y trató de vender en ella su biblioteca universitaria. Cada noche bajaba la cortina y se echaba a dormir en un colchón. Bob Dylan y John Cage eran clientes habituales. Tuvo largas entrevistas con Andy Warhol, haciéndose pasar por periodista. Hasta hoy lo considera su verdadero maestro en el arte de sobrevivir en el medio cultural norteamericano. Buen discípulo, una de las más conspicuas clientas de su agencia literaria fue Susan Sontag, quien lo llamó porque trataba de escribir su novela “El amante del volcán”, pero le faltaba tiempo para cumplir con sus compromisos públicos. “Déjelos en mis manos”, le dijo Wylie.
Es lo que ha seguido haciendo hasta hoy con cientos de autores.
¿De dónde salió el sobrenombre de “Chacal”? ¿Le molesta?
No me molesta y creo que fue inventado por la prensa británica. Las cosas son tan aburridas en Londres que la prensa crea entretenciones de cualquier cosa, de nada, para su gente que, desde que perdieron su imperio, no tiene nada que hacer.
¿A cuántos autores representa su agencia? ¿Cuáles son los que le han causado mayor satisfacción, tanto en términos personales como económicos?
Representamos a casi mil autores en este momento y cada autor, cada representación, es diferente, pero igualmente valiosa, de forma que el modo central en el que vemos nuestro oficio no es el de trabajar de una manera para alguien que gana mucho dinero y de otra para otro que no gana tanto. Tratamos de proporcionar un servicio perfecto para todos. De un modo muy serio, nuestra empresa no gira en torno al dinero. Los autores que ganan más dinero no son los autores que nos interesa representar.
Ha dicho que su agencia tiene un plan a 200 años para incrementar su clientela de habla hispana. ¿Cómo le ha ido?
Bueno, está avanzando. Espero verlo terminado en ese plazo. Tengo la intención de vivir 200 años.
¿Sus principales obstáculos para lograrlo son Guillermo Schavelzon y Carmen Balcells? ¿Cómo se lleva con ellos?
Hace años que no veo a Schavelzon y con Carmen Balcells me llevo muy bien.
¿Es cierto que intentó comprar la agencia de Carmen Balcells?
Pasamos un año y medio negociando, pero no llegamos a un acuerdo.
¿Ella no quiso vender?
No, no quiso, pero además fue asesorada por personas que ella y yo conocemos y una de ellas le dijo que tuviera cuidado conmigo, que le iba a sacar las ruedas de su auto. Yo tenía a alguien que me informaba lo que estaba sucediendo, así que mandé un mensaje por intermedio de él, diciendo que yo no era un ladrón de autos, pero que si lo fuera sería lo suficientemente inteligente como para saber que no debo sacarle las ruedas al auto antes de llevármelo. Carmen es la rueda de su agencia.
Desde 1984, ¿se ha vuelto más difícil ser un agente literario?
¿Por qué 1984?
Desde que se formó la agencia.
No, fue en 1980. No formamos la agencia a la sombra de Orwell. Yo solía sentarme al lado del teléfono que no sonaba, no tenía empleados ni dinero. Cuando entregaba un manuscrito, cruzaba a una copiadora al frente, lo fotocopiaba, pasaba a una librería a comprar un sobre, volvía a la oficina, escribía una carta y con eso me iba a alguna editorial donde no conocía a nadie y me hacía amigo de la recepcionista para que ella me ayudara a pasárselo a alguna oficina. Eso se ha hecho más fácil desde aquel entonces. Cuando presentaba algo a múltiples editoriales, tenía que correr de una a otra porque no me podía dar el lujo de tomar taxis. Ahora sí puedo pagarlos.
Hablando en serio, ¿por qué se ha hecho más fácil?
Bueno, técnicamente porque mandamos las cosas por mail , la gente ya nos conoce. Si decimos que un escritor joven es bueno, a lo mejor no siempre están de acuerdo, pero al menos saben que nos tomamos las cosas en serio. No representamos a nadie por interés económico sino por la calidad de la obra y la gente comprende que eso es lo que nos motiva. Se ha vuelto más fácil porque a todos les interesa la calidad, con un par de excepciones. Así fue como, y me da gran placer decirlo, pudimos adoptar a un escritor como W. G. Sebald, que era increíblemente bueno pero no tenía mayor éxito, y arreglamos las cosas y lo presentamos de manera que su obra se hizo muy famosa, y lo mismo con Karl Ove Knausgård.
Después de su proyecto digital Odyssey, que fue boicoteado, ¿cómo es su relación con Amazon actualmente? ¿Firmaron un tratado de paz o solo una tregua?
Alguien me hizo esa pregunta hace poco y le dije que el proyecto editorial de Amazon y mi caballo se iban a casar muy pronto, pero yo no tengo ningún caballo. No tengo ningún trato con Amazon y punto.
¿Tiene un kindle?
Sí.
¿Y lo usa?
No, lo compré me parece que hace cinco o seis años, lo prendí cuando iba en un taxi en Roma y no podía ver la pantalla, así que lo apagué y lo llevé de vuelta a Nueva York y está en mi oficina y cada dos o tres meses lo enchufo para cargarlo, pero nunca he leído nada en él.
Usted decía que a la industria editorial le puede pasar lo mismo que a la de la música: le regaló el negocio a Apple con las descargas. Los músicos hoy ganan más haciendo giras que vendiendo discos. Predijo que los escritores empezarían a depender de lecturas masivas.
Creo que los festivales literarios son buenos y ayudan a popularizar a los escritores, pero no creo que Amazon logre destruir la industria editorial. Eso me solía preocupar antes pero ya no. Aunque Jeff Bezos, el director ejecutivo de Amazon, hace parecer a Putin como un pacifista.
¿Los diálogos públicos que están haciendo Coetzee y Auster están cumpliendo esa profecía?
No sabía que estaban acá en la Feria. Pero no creo que vaya a ser necesario que los escritores den discursos públicos para sobrevivir.
¿Qué opina de la reciente compra que hizo Penguin Random House de Alfaguara? ¿Qué consecuencias tendrá para usted y otros agentes literarios? ¿Se hace más difícil negociar derechos cuando hay menos sellos compitiendo?
Creo que la fusión entre Penguin y Random House y la asunción de Alfaguara por el grupo es algo bueno. Creo que con una editorial grande que tenga una cuota importante del mercado se solucionan algunos problemas y Amazon no puede eliminar esta editorial porque es demasiado grande y un cliente demasiado importante para Amazon. Comprendo el temor, pero nunca he tenido que negociar con más de cinco o seis editoriales en un determinado territorio, así que ese no es un gran problema para mí. Hay editoriales a las que nunca les he entregado libros, solo tratamos con unas pocas. Una mujer esta mañana estaba hablando sobre la tremenda importancia de los e-books , pero luego se supo que se refería a novelas románticas, que no es el tipo de libros que nos interese. Nuestro negocio no depende de la competencia entre editoriales, sino de establecer el precio correcto con la editorial correcta.
¿Qué consecuencias traerán estas megafusiones para libreros?
Sé por mis conversaciones con Markus Dohle, el director general de Penguin Random House, que ellos están trabajando arduamente para perfeccionar sus sistemas con librerías independientes. Tienen, por ejemplo, programas de control de inventario para saber cuántos libros le han vendido a una pequeña librería, y cuando le hacen falta ejemplares de un determinado título, ellos le avisan. Tampoco mantienen stocks excesivos en locales de venta, sino que van mandando libros de acuerdo a la demanda. Es un trabajo con muchos detalles pequeños y Markus dice que en la medida en que ellos lo hagan mejor, lograrán una mejor llegada al público”.
¿Y el impacto para los lectores?
No creo que sea tanto. En todo caso, ya se están publicando demasiados libros y al menos la mitad de ellos no debería ser leída por nadie.
¿Ha visto la proliferación en Argentina y Chile de editoriales independientes que publican nuevos autores, con tiradas más pequeñas y márgenes de ganancias menores? ¿Lo ve proyectado como un fenómeno duradero?
Eso está sucediendo tanto en los Estados Unidos como en Inglaterra también. En Estados Unidos hay algunas pequeñas editoriales maravillosas y nosotros hacemos una buena cantidad de negocios con ellas. Con Graywolf, por ejemplo, tenemos un best seller, algo que casi nunca tenemos, llamado ‘The Empathy Exams’, de Leslie Jamison, que fue publicado en bolsillo, un libro de ensayos que no parecía que iba a tener ningún éxito y ha tenido una repercusión tremenda.
Siguiendo con las editoriales pequeñas independientes, ¿las ve como laboratorios de ensayo que terminan entregando sus hallazgos más exitosos a los grandes grupos editoriales?
No necesariamente, pues en el caso de Graywolf, McSweeney’s y otras, hacen algunas cosas mejor que los grandes sellos y el escritor siente cierta lealtad hacia una editorial que pone todo de sí para que las cosas funcionen mejor.
Aparte de Cabrera Infante, Borges y Bolaño, ¿a qué autores hispanoamericanos le interesaría representar?
Se me olvida. No, es mejor expresar nuestra opinión después del evento que antes. Si dijéramos que queremos representar a alguien, ese autor se pondría tímido y nosotros no lo podríamos hacer, lo que sería trágico.
¿Ve potencial en escritores chilenos posteriores a Bolaño?
Sí, he leído a algunos pero no los nombraré.
¿Cuáles son las inquietudes que más le han planteado editores y libreros del mercado hispanohablante?
Estuve en España hace un par de semanas y me reuní con un par de editoriales y fue interesante porque todas me dijeron lo mismo: que el mercado español estaba en descenso, que había sido un año difícil, que hay un boom en América Latina y como ecuación para sus finanzas la están mirando no solo como fuente de escritura interesante, sino de grandes negocios. Es una visión muy positiva. Y en cuanto a Alfaguara, el grupo Prisa fue una de las empresas más mal administradas en la historia del negocio y, por lo tanto, es muy bueno que se haya deshecho de Alfaguara para que la corrupción e ineficiencia del grupo deje de ser una carga para los autores publicados por Alfaguara.
Después de García Márquez, ¿cree que habrá otro boom?
Claro que sí. Dudo que haya un boom como el que ocasionó García Márquez, pero cada vez que uno piensa que no va a aparecer otro gran escritor, aparece uno y nos hace cambiar de opinión. Imagínense cómo quedó la gente cuando Shakespeare murió, ese fue un boom gigantesco, y, sin embargo, la literatura ha sobrevivido sin Shakespeare.
¿Cree que el realismo mágico fue en verdad algo tan importante para la literatura?
Salman Rushdie escribió algo sobre García Márquez en The New York Times Book Review. Parte de lo que dijo sobre la belleza de su literatura es que se basa más en el realismo que en la magia y que la visión de la realidad de García Márquez fue revolucionaria.
¿Dónde va después de Buenos Aires?
Tengo dos oficinas, una en Londres y otra en Nueva York, y vuelvo a la de Nueva York.
¿Piensa ir alguna vez a Chile?
Sí.
¿Cuándo?
No lo sé. Sin duda algún día iré.