Hay quienes guardan por meses o años, entre las hojas de un pesado libro, una rosa recibida en un aeropuerto, como señal de amorosa bienvenida; o quienes se sujetan fuerte al escapulario que llevan debajo de la camisa, cuando presiente que algo puede salir mal. Cosas de los humanos; los de ahora, los de siempre’Hace miles de años también hubo quienes atesoraron un espejo de pirita u obsidiana, que les servía para ‘asomarse’ a la vida; o una mínima cabeza-trofeo de cerámica, signo inequívoco de su valentía; quizá un inhalador de madera, pieza personalísima, que ayudaba a su poseedor a transportarse a un estado alterado que lo acercaba a su dios. De todo esto se trata la exposición ‘Amuletos en el Ecuador precolombino’.
A partir de esta noche, el Museo Casa del Alabado acoge entre sus paredes centenarias (370 años de antiguedad para ser exactos) esta muestra que, en palabras de su curador, Iván Cruz, nos habla “de la monumentalidad del pequeño formato”. ¿Por qué llamar monumentales a piezas que no sobrepasan los 15 centímetros de tamaño? “Porque son monumentales en su concepto, en su hechura, en su exquisitez’ y porque nos hablan de la dimensión íntima del ser humano”, dice Cruz.
Tanto el curador, como Christian Mesía, director del Museo, coinciden en que no es común que los museos se animen a mostrar estos pequeños artefactos que formaron parte de la vida cotidiana de nuestros antepasados. Lo tradicional es irse por las piezas grandes, que causan impacto, que hablan de la historia grande.
Sin embargo, la Casa del Alabado –especializada en arte precolombino– está apostando por recuperar esta parte de la historia, primero para poder entenderla en toda su dimensión y, segundo, para que el espectador se identifique con estas piezas o con lo que ellas representan.
Según Mesía, 350 piezas, de un total de 5 000 que forman el fondo del museo, son las que dan vida a ‘Amuletos’’. Otro dato: con esta exhibición el Museo Casa del Alabado celebra su primer año de existencia (abrió el 14 de abril del 2010). La curaduría empezó a trabajar en la exposición en octubre del 2010, que implica el escogimiento de las piezas, la agrupación por conceptos, las fotos, el armado del catálogo y finalmente el montaje. Al ser preguntado por el número de culturas precolombinas reunidas en la exposición, Cruz responde: “No es la representación de culturas lo que nos interesa, sino los conceptos’ Fue así como trabajamos: reuniendo las piezas por conceptos”.
El catálogo señala que hay piezas de las culturas Valdivia (que son las más antiguas), Jama Coaque, Capulí, Puruhá, Cañar, Tolita, Manteña, Chorrera, Bahía, Guangala, entre algunas otras. Todas agrupadas por temas: Amuletos, La profundidad del adorno, Caligrafía laberíntica, Arte en movimiento, El lenguaje de las formas, Las voces de los pájaros y El mundo de los sueños.El recorrido que hará el visitante -a partir de mañana hasta octubre- comienza con una imagen filosófico-poética: la figura en cerámica de un shamán que está observando un espejo que lleva sujeto por correas de plata a su muñeca (como un reloj de pulsera). Cruz la mira y recuerda la crónica que relata la conversación entre un cacique y el conquistador español Pedro Cieza de León. “Cieza de León le pregunta por qué tiene un espejo en su mano, y el cacique le responde ‘para ver’. El espejo le permite a él entrar en el otro lado; la realidad se forma del opuesto complementario y el espejo funciona como un portal”.
Los objetos que componen la muestra son así de significativos, porque dan cuenta de las aspiraciones, las inseguridades, las creencias, las costumbres, los sueños’ en fin los miedos y las querencias de los seres humanos en toda época. Para Mesía, al enfrentarse a estos objetos, la gente no solo se conectará con su pasado sino que podrá comprender que las pequeñas manías de ahora son las de siempre.