En lugar de escribir: “Querido diario, hoy, bla-bla-bla…”, Alberto Montt hace viñetas de humor gráfico y las cuelga en su blog: dosisdiarias.com. Allí está lo que ama, lo que odia, lo que le molesta, lo que vive… El sitio, además de miles de visitas, concentra millones de risas, pero de esas risas que, para bien, hacen pensar.
Montt nació, vivió y estudió en Ecuador, pero en los papeles es chileno, su padre lo inscribió en la embajada de ese país a los pocos días de nacer. “La verdad es que tengo doble nacionalidad”, aclara antes de decir que Ecuador puso su dosis de humor en él… “y de amebas, y de hornado, y de Julio Jaramillo… puso su dosis de todo”.
Ante él y sus respuestas, la pantalla del computador deja de ser fría: hay buena onda y no por ello se llena de emoticones.
Nunca fue el payasito del grupo, pero siempre tuvo una mirada sarcástica. Mafalda y Les Luthiers le inyectaron ese humor crítico, un humor que no busca, sino que pinta su forma de ver las cosas. Está convencido de que el humor depende de un contexto cultural, pero que en un mundo bombardeado de información, ese acervo cultural es, cada vez más, compartido. Lo que él hace -dice- depende de las relaciones que se forman en su cabeza, generalmente entre cosas que podrían parecer inconexas. “Trato de consumir y llenarme de música, videos, libros, conversaciones, comida… todo me sirve. Se queda dando vueltas en mi cabeza hasta que encuentra un ‘link’… Es un proceso que no entiendo bien y tampoco pretendo hacerlo”.
Así, se arma ese patio de juegos que resulta ser dosisdiarias.com. Montt, además, repara en cómo lo virtual, lo simultáneo y lo instantáneo que ofrecen las nuevas tecnologías son parte de su trabajo. En lugar de andar con lápiz en mano, dibujar 200 viñetas, ir a una editorial y esperar una respuesta para publicar, distribuir y darse a conocer; Alberto muestra día a día sus ocurrencias en el blog, el ‘de boca en boca’ hace el resto y el público ve y vuelve. Luego, acaso, se hace un libro.
Hace poco, Montt llegó a publicar en Ediciones De La Flor, casa que cobija los trabajos de Quino, Fontanarrosa o Liniers. En lugar de sentirse al nivel de quienes también han sido sus referentes, Alberto considera que aún “falta mucha agua bajo el puente… y eso suponiendo que haya un puente”. Modestia será, porque sus viñetas son para reflexionar y, sobre todo, para morirse de la risa.
Lo políticamente correcto se cae de tonto ante sus propuestas. El doble sentido hace sus travesuras con un sinnúmero de personajes. Allí en sus ‘dosis’ aparecen Dios y el diablo tan encaprichados y banales como los mismos hombres. Tal parece que el humor es definitivamente, expresión mundana. Dios y el diablo -señala- son los chivos expiatorios de las bondades y las miserias humanas, son nuestros comodines diarios. Y Montt juega con ellos, como saboreando la ambigüedad entre el bien y el mal.
También, lo irónico en sus dibujos parte del desfase entre la imagen y el texto; pero más allá de los márgenes de sus viñetas, Montt es uno de esos seres, pocos pero enormes, que afrontan la vida con ironía. Se entretiene con los significados y las varias cargas semánticas que tienen las palabras. Además, ese día a día del que goza y piensa, está lleno de absurdos; mientras muchos se han acostumbrado a ellos, él no deja que se le escapen, los dibuja… “A veces la literalidad es tan absurda que genera risa”, suelta.
En lugar de estilo, Montt habla de un “conjunto de torpezas que me han llevado a desarrollar un sistema visual que me permite contar algo con mis limitados recursos”. Bueno… ese conjunto de torpezas convocan a miles y él no puede hacer menos que sorprenderse y, cómo no, sentirse halagado. Pero este cronopio prefiere ver la fama desde lejos.
Alberto es también ilustrador, lo es desde antes de dedicarse al humor gráfico. Sus creaciones fueron publicadas en revistas del país como Gestión, Diners Club, Zoom y La Pandilla; mientras que en Chile, El Mercurio, Qué pasa, Capital y Blank han contado con su firma y gracia. También ha ilustrado libros y afiches, entre los segundos, el del documental ‘Abuelos’, de Carla Valencia. Pero esta otra faceta de su dibujo, acaso más formal, no le significa vestirse de seriedad: Alberto Montt sigue siendo Alberto Montt.
Y para nuestra fortuna sus dosis diarias están a un ‘click’.
HOJA DE VIDA
Alberto Montt
Es chileno -ecuatoriano, nació en 1972. Estudió Diseño gráfico y Artes plásticas.
Su humor, además de su blog (dosisdiarias.com), se halla en ocho libros.