Los violines suenan como charangos. Las flautas como quenas. La percusión… bueno, esta se hace al compás de una marcha ceremonial o un cántico alegre. Algo característico en las composiciones de la estadounidense Gabriela Lena Frank es hacer que los instrumentos clásicos emitan sonidos similares a aquellos a los que ella denomina como “nativos”. Esto se puede apreciar en obras como Tres mitos de mi tierra, Haili lírico, o su premiada Danzas Inca (con el que en el 2009 obtuvo el Grammy Latino a Mejor Composición Clásica Contemporánea).
En un intento más por explorar el folclore andino que forma parte de su ser (su madre es peruana), Frank estrena esta noche la suite Compadre Huashayo, en la que por primera vez se adentra en la composición con instrumentos propios de la Región Andina. Y lo hace en compañía de la Orquesta de Instrumentos Andinos, agrupación ecuatoriana para la cual la estadounidense escribió piezas.
Al igual que en sus creaciones previas, en Compadre Huashayo la compositora deja sentir ese mestizaje cultural en el que ella vive inmersa. Así, a lo largo de la partitura se exploran las melodías típicas del Ecuador y otras que son parte de la cultura andina.
Para Frank no solo es satisfactorio el haber escrito una pieza para instrumentos nativos sin recurrir a violas, fagotes o violonchelos. Al mismo tiempo es un reto pues siente que esta obra debe tener una alta calidad para que, de esta manera, “los compositores contemporáneos puedan trabajar en proyectos similares”.
Al respecto, la maestra Alejandra Urrutia, violinista y directora chilena, comenta que en la obra “hay un entendimiento sobre cuál es la función que tiene cada uno de los instrumentos andinos”. Urrutia, quien lleva la batuta durante el estreno, se siente emocionada pues esta es la primera ocasión en la que se adentra en este estilo de composición -y lo hace de una mano fraterna ya que ella y Frank han sido amigas desde sus estudios universitarios.
Escribir con esta clase de instrumentos es una idea que ronda la cabeza de Frank, desde años atrás cuando entró en contacto con grupos de música folclórica de esta región que emigraron a los EE.UU. “Esta experiencia me encantó porque siento que estoy nuevamente estudiando en la escuela. Estoy mirando mis composiciones anteriores con ojos nuevos. Yo veo oportunidades que he dejado ir en ocasiones anteriores. Ahora tengo una perspectiva mucho más amplia”, comenta Frank.
Pero no solo fue una experiencia nueva en escritura. También fue en la forma en la que compositora y músico realizan su encuentro. Ella manifiesta que antes de Compadre Huashayo tenía un conocimiento académico distanciado de los músicos. Ahora, en cambio, su mirada no deja escapar un solo movimiento de los dedos de los instrumentistas pues eso la ayuda a imprimir con mayor fidelidad lo que ellos sienten.
No es fortuito que Compadre Huashayo sea ahora estrenada por la OIA. En el 2007, Angelica Durrell, violinista estadounidense de ascendencia ecuatoriana, escuchó por primera vez a esta agrupación en una presentación en Quito. Dos años más tarde conoció a Frank y “desde entonces supe que ella debía trabajar con la OIA porque su música evoca a esos instrumentos de la cultura andina”, señala. Fue a inicios del 2012 cuando la pieza comenzó a tomar forma sobre el papel.
Al ser la primera obra con esta clase de instrumentación en el repertorio de Frank, su nombre debía evocar todo lo que ella sentía sobre el carácter de su música. Es así que, producto de una investigación sobre la cultura andina, salió Compadre Huashayo. “Compadre, pues es la idea del compadrazgo que tiene la música, de un puente para unir a la culturas, la que a Gabriela siempre le ha importado”, dice Durrell. Huashayo, en cambio, es una palabra quichua que se refiere al festejo.
Fiesta y unión. Dos elementos para entender a esta pieza, pionera en el repertorio de Frank, con la que el Teatro Sucre continúa celebrando sus 125 años de vida.
La obra y el concierto
Compadre Huashayo es una suite de cinco movimientos con aproximadamente 20 minutos de duración en total.
La partitura explora la historia, tradiciones y sonidos andinos que forman parte de la cultura ecuatoriana.
El proyecto musical cuenta con el patrocinio de la Embajada de los Estados Unidos en Quito, la agencia USA Projects e Intake.