Al conversar de poesía con Alfonso Espinosa Andrade surge un tema esencial: el silencio. No ese silencio que puede nacer de un proceso introspectivosegún explica, sino los silencios que pueblan el murmullo constante de la ciudad. La escucha entregada e intensiva de ese tipo de silencios es lo que, para él, da a luz a la poesía.
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Hablando de un recital de esos que se hacen en lugares pequeños, sin micrófono, evoca la sensación que nace de la lectura de versos: una identificación que propicia un ambiente distinto, más íntimo, en el que la comunicación se vuelve más directa, más significativa.
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Habla con efusividad y entona cada palabra para realzar el sentido de sus frases. Surgen temas a cada minuto que le sirven para seguir conversando sobre la palabra. La música, la pintura o sencillamente el agua, que toma a sorbos pequeños en una copa, animan la conversación: ‘La poesía te desplaza de tu espacio cotidiano’, dice, y casi enseguida está hablando de algún concierto, de algún grupo de metal industrial que escuchaba mucho antes de que apareciera Marilyn Manson.
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Es una charla animada; los temas son muchos, pero el sentido siempre es el mismo. En medio de ese ruido de la rutina aparece constantemente el poema. Por eso, ahora lee tres de la sección ‘En el transcurso de los pájaros’, de su segundo libro Breves Anotaciones, y dos manuscritos que tiene en un cuaderno cosido, a cuadros.
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