Tomando el tren Urquiza, hacia el noroeste en la provincia de Buenos Aires, se encuentra el pueblo de Santos Lugares. Sus 18 000 habitantes vieron cómo este fin de semana se alteró la tranquilidad habitual de sus días con la muerte del escritor Ernesto Sabato, en la madrugada del sábado.
“No estamos acostumbrados a esto. Siempre fue como uno más de nosotros, el hombre que paseaba con su perro Roque, que era el segundo nombre de don Ernesto. Siempre estuvimos orgullosos de tenerlo como vecino, él fue un hombre sencillo”, cuenta Rosana Tuñón, una mujer que vive casi al frente de la casa de Sabato.Exactamente al frente, se encuentra un edificio de tres pisos, en donde funciona el Club Atlético Defensores de Santos Lugares. Allí solía enfrascarse las tardes en varias partidas de dominó y era el lugar donde quiso ser velado, antes de ser inhumado en el cementerio Paz de Malvinas Argentinas , ayer por la tarde.
En la estación del tren, bastaba con acercarse a alguien que, reconociendo al foráneo, se adelantaba con la pregunta: “¿La casa de Sabato? Tiene que tomar tres cuadras y luego doblar a la izquierda”. “Todos están yendo para allá”, sonríe con un dejo de tristeza el dueño de una tienda cercana a su casa. “Era un tipo bárbaro, humilde, saludaba con todo el mundo”, añade. “Con sus pares se llevaba bien, pero con los intelectuales tenía dificultades”, dijo ayer Elvira, la mujer que lo acompañó en sus últimos años, luego de la muerte de su esposa, Matilde, la mujer que amó con intensidad.
Quizá por su condición humana no solamente el mundo literario, político y social se conmovió con la noticia, sino el fútbol. En estadios donde poco se respeta los minutos de silencio, ayer los aplausos para el escritor fueron conmovedores, sobre todo en La Plata, en el partido de Estudiantes, del que era hincha confeso.
Es que Sabato era también un apasionado por el fútbol y su equipo. Nunca dejó de ir al estadio mientras su salud se lo permitía. Se comprometió tanto con el proyecto de llevar libros a los estadios, que Juan Carr, desde su fundación Red Solidaria, recordó que “las tribunas se caían por la ovación que le brindaban cuando sabían que estaba ahí. Y cuando entregaba él personalmente los libros, teníamos que sacarlo porque quería seguir repartiendo”.
“No tienes idea de cómo era. Verlo con su sombrero y su bufanda. Íbamos a la escuela y lo veíamos caminar al supermercado. Todavía me acuerdo que una vez, esperando el bus, alguien me dijo por detrás: ‘pero qué frío de porquería está haciendo’. Era Sabato. Un genio”, dice Guillermo Prada.
Quizá por la distancia y la lluvia, no fue una despedida tan multitudinaria. Fue un velorio humilde, tal como él había pedido, acompañado por vecinos y figuras de la vida cultural, política y social del país. “Él era así. Con nosotros nunca tuvo aires de grandeza. Siempre ayudaba. Mis hermanos iban a pedirle libros y él se los daba con alegría, aunque sí, era cascarrabias. No le gustaba que jugaran fútbol en la calle. ‘¿Por qué no se van a su casa que me hinchan las pelotas porque no me dejan dormir?’. Pero era la palabra de don Ernesto”, agrega Rosana.
Argentina pierde así al último de sus clásicos de la novela del siglo XX, un hombre que siempre supo ser coherente consigo. “ A los argentinos nos ha ido ganando el zapping al espíritu. Pero él siempre se jugó por lo que pensaba. Yo trataba de que se acomodara más a la realidad, pero él siempre dijo lo que pensaba, por más que estuviera equivocado. Luego pedía perdón, siempre pedía perdón con facilidad”, añadió Elvira.
¿Se escribe Sabato o Sábato?
¿Sabato o Sábato? La ortografía del apellido en cuestión figura de ambas formas, con tilde y sin tilde, en medios impresos y en las varias ediciones de los libros del gran escritor argentino. Seix Barral lo tilda, Cátedra Letras Hispánicas, no lo hace.
Etcétera, la revista mexicana sobre medios de comunicación y periodismo, zanjó la discusión hace cuatro años con la declaración de Guillermo Schavelzon, agente literario de Ernesto Sabato: “El apellido Sabato es de origen italiano (de Calabria), por lo tanto se pronuncia Sábato, como esdrújula, pero no se pone la tilde. Él lo escribió siempre así, sin tilde, y en español lo pronuncian Sábato”. Así el hecho de tildarlo responde al afán de castellanizar el apellido del escritor.
Ambos padres del escritor, Francesco Sabato y Giovanna Maria Ferrari, fueron inmigrantes italianos. Y el legado del apellido los llevan sus 11 hijos varones, de los cuales Ernesto era el décimo.
El autógrafo del escritor también deja ver el apellido Sabato, sin la grafía del acento.