Sus suaves voces retumbaron sobre el Teatro Fedenor, en el norte de Guayaquil. Era un eco agudo que penetró cada butaca del gran salón.
Acompañados por una luz amarilla, los niños del coro del Guasmo y de la Prosperina se estrenaron el viernes como sopranos en el concierto de la Alegría, organizado por el MIES, el Infa y la Fundación Huancavilca.
Adelante, el maestro Jorge Layana modulada las voces con el movimiento de sus manos. Los chicos respondían acelerando el canto, elevándolo hasta que desapareciera en el silencio.
Como una gran soprano, Dayana Inga, de 7 años, acomodaba una bufanda alrededor de su cuello. Por dos meses, ella y sus 58 niños (de 6 a 12 años) recibieron clases de canto, así como de violín, viola, trompeta y flauta.
Antes de subir al escenario, el pequeño Kevin Chávez repasaba las notas del Himno de la alegría. “SI-SI-DO-RE-RE-DO…”, repetía mientras colocaba sus pequeños dedos sobre los agujeros de su flautín.
El trabajo con los nuevos talentos se inició en marzo de este año, tras la firma de un convenio entre el MIES y la Fundación Huancavilca. Viviana Almeida, directora de la fundación, dice que gracias al acuerdo 356 niños de escasos recursos reciben clases gratuitamente.
A futuro, ellos podrán formar una sinfónica como la del Guasmo, que cerró el concierto del viernes pasado. Al son de Carpuela lindo, los arcos de los violinistas danzaron sobre las cuerdas de sus instrumentos. En su asiento, el niño Milton Usca movía con rapidez sus dedos, tratando de imitarlos.