Angie Parra (izquierda) y Suelen Fraide comparten con sus hijos en los entrenamientos. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
Muchas mujeres que van a ser madres, si pueden elegir, optan por el parto normal. Se supone que la recuperación es más rápida y que, tras la llegada del bebé, el cuerpo regresa a su estado inicial en menor tiempo y sin cicatrices.
Angie Parra, ‘personal trainer’, destaca el primer y tercer beneficios. Sobre el segundo, dice que todo depende de los cuidados que la madre haya tenido durante el embarazo. Si se descuidó, ni el parto normal ni la cesárea le devolverán su antiguo cuerpo o le darán una figura que la satisfaga.
En el caso de una cesárea, el tiempo de recuperación es mayor porque la paciente es intervenida quirúrgicamente. Sufre una incisión en el útero: le cortan los tejidos, nervios, músculos. Pero aunque se trata de una cirugía, no es pretexto para no retomar medidas después de la recuperación.
Angie es un ejemplo de que ‘sí se puede’. Con una cesárea y un hijo de 2 años y medio, luce un cuerpo ‘fit’. Tiene una cicatriz que “casi no se nota”, gracias al uso de la tecnología.
Jaime Acosta es uno de los cirujanos obstetras que realiza intervenciones mínimamente invasivas.
Él utiliza técnicas e instrumentos que le permiten ejecutar una incisión más pequeña (10-12 centímetros) que la tradicional. Acosta utiliza un retractor de heridas que ayuda a expandir la piel, sin necesidad de cortar más, como sucede con el separador métalico (hasta 18 centímetros).
La cesárea, según el galeno, se da por varias razones: madre hipertensa, bebé en posición de nalgas, desprendimiento de la placenta… Pero también por “el temor de la madre a sufrir en la labor de parto”.
Este fue el caso de Suelen Fraide, madre de dos niñas. Después de soportar contracciones por más de siete horas, pidió al médico recurrir a la cesárea.
La cirugía tarda entre 45 y 60 minutos. La labor de parto puede superar las 24 horas. “Y a veces no sabes si habrá o no parto normal”, dice Fraide.
Angie tiene 29 años, pero según ella, su edad “no influyó en su apariencia”. La entrenadora personal le atribuye su figura a la buena alimentación y a la práctica de ejercicios.
Antes de convertirse en mamá y en ‘personal trainer’ realizaba ejercicio con moderación y mantenía una dieta rica en proteína y grasas ‘buenas’.
Tomaba hasta 3 litros de agua. Ella dice que el agua hidrata la piel y evita que se produzcan las estrías, una de las secuelas que -por lo general- deja el embarazo. En esos nueve meses, ella agregó omega 3 a su dieta.
Mientras esperaba a su primer hijo, Angie siguió con los entrenamientos. A medida que el bebé crecía dejó los ejercicios que requerían de peso extra y se involucró en el mundo del pilates. Tras dar a luz, esperó un año para “ingresar de lleno en el deporte”.