“Pronunciar con palabras lo que por letras está escrito”, dijo Sebastián de Covarrubias (1539 – 1613) para definir la lectura en tiempos de analfabetismo, cuando corría el siglo XVI.
Hoy, cuando ‘smartphones’, ‘tablets’, computadoras y consolas de videojuegos son objetos cotidianos, el mayor acceso a la lectura por esos medios no ha aumentado los índices de lectura en Ecuador.
Sin embargo, la narración oral como manera de transmitir conocimiento y entretenimiento continúa viva. Eventos como el Festival Internacional Cerrito de Cuentos, organizado por la Corporación Imaginario, reviven continuamente la ‘cuentería’.
El festival se presenta en el marco del Verano de las Artes Quito, acogiendo a más de 17 narradores orales de su 11ª edición. Ellos estarán hasta el 24 de agosto recorriendo museos, parques y plazas. Sus cuentos y poemas los traen desde Costa Rica, España, Colombia, las provincias de Los Ríos, Santa Elena y algunos barrios periféricos de Guayaquil.
Entre los cuenteros está la Sub 15, un grupo de jóvenes entre 11 y 15 años becados por Imaginario para formarse como narradores orales. Ellos deben aprender cómo se hacen y cuentan cuentos, además de investigar la tradición de la narración oral.
Uno de los becarios es Jesús López y ya a sus 13 años es un entusiasta de la lectura en voz alta. Para él, que también disfruta de los beneficios de la tecnología de los celulares, los jóvenes no deben olvidar “el mundo maravilloso de la imaginación”; lo dice levantando sus manos, confirmando sus dotes expresivas.
Al contar ‘El grillo y el león’, uno de los cuentos de su repertorio, la voz de Jesús transforma sus timbres y tonos, según los personajes. Su gracia y destreza al hacerlo demuestran que el panorama no es desalentador; es un ejemplo del 83% de jóvenes ecuatorianos, de entre 16 a 24 años, que lee con frecuencia. Esta cifra consta en el estudio ‘Hábitos de lectura en Ecuador’, que realizó el Instituto Nacional de Estadística y Censos en el 2012.
En el otro extremo de la población por clasificación etaria, la voz de Lorenzo José de Pechiche de Chanduy, más conocido como ‘JJ’ en Santa Elena, contrasta con Jesús. Lorenzo tiene 87 años y sus ojos brillan, como los de un niño, cuando declama su poema Flores bellas. Él cree que la ‘cuentería’, además de ser reflejo de su curiosidad, ubica al pasado en el presente con aires renovados en la voz de sus cultores.
El contacto colectivo es un punto neurálgico de la narración oral. Mediante este fenómeno cultural pervivieron obras de teatro desde el siglo XVI hasta mediados del XIX.
Es uno de los hallazgos investigativos de la filóloga e hispanista mexicana Margit Frenk sobre lalectura en voz alta. Frenk resalta el hecho respecto de la escasa escolaridad de aquella época.
En esto concuerda Paula Carballeira (1972), cuentera española nacida en Galicia, al decir que “ahí la gente tardó mucho en aprender a leer y a escribir y todo se transmitía por las historias”. Ella, también escritora de cuentos y actriz de teatro, llegó al oficio tras sentir insuficiente la faceta escrita de la literatura.
Para Carballeira la narración oral es vital para preservar la memoria colectiva. Ella lo hace incentivando la lectura a los más pequeños cuando con su voz dibuja historias fantásticas. Y lo ha logrado, como una prueba de que no solo los videojuegos interesan a los más jóvenes.