Una columna de ladrillo, piedra, cal y mármol es la Picota o El Rollo, que se encuentra en el barrio El Vecino, en el centro de Cuenca. Allí, se ajusticiaba a quienes robaban o infringían la ley.
De acuerdo con datos históricos, fue construido en 1787 por encargo del gobernador, Joseph Antonio Vallejo.
En este monumento de cuatro cuerpos sobre el que descansa la figura de un león de Castilla (símbolo de la monarquía española y su poder) colgaban a los que infringían la ley.
Según el arquitecto, Paúl Carrasco Peña, quien en la administración municipal anterior dirigió la Fundación del Barranco, entidad que se encargó de la restauración de El Rollo, El Vecino no era el único lugar donde había una picota.
En el sector de San Sebastián, que antiguamente era la vía a la Costa, también había una picota. Otra de estas estructuras se encontraba en la zona del río Tomebamba.
No existen registros de cuándo estas dos picotas fueron destruidas. Para Carraco, es importante que se haya restaurado El Rollo porque es el monumento más antiguo de la ciudad y es parte de la identidad del cuencano.
Una de las moradoras del barrio de El Vecino, Teresa Iñiguez, de 63 años, recuerda las conversaciones de sus abuelos, quienes decían que era un barrio peligroso y que por eso el Gobernador ordenó construir ese símbolo de castigo.
Ella está contenta que el monumento fue restaurado, porque retiraron la maleza del monumento y porque los trabajos sirvieron para que el turista visite el lugar. El empedrado de las calles angostas y las casas de techo de teja, fachadas vistosas de balcones y ventanales de madera, hacen del lugar un sitio pintoresco y atractivo.
Ángel Quinde, de 74 años, recuerda cuando el barrio era de tierra y en la plazoleta llegaban los viajantes a descansar con sus animales, porque el sector era la entrada de la ciudad y la vía que conducía a Quito.
De acuerdo con datos históricos después de 1864 se abolió la ley de ajusticiar a las personas en este monumento, que sería el único del país que se conserva.