Los castillos son parte de las fiestas de Corpus Christi de Pujilí

Los castillos son    populares durante las fiestas del cantón    Pujilí, en Cotopaxi.

Los castillos son populares durante las fiestas del cantón Pujilí, en Cotopaxi.

Los castillos son populares durante las fiestas del cantón Pujilí, en Cotopaxi. Foto: Fabián Maisanche / EL COMERCIO

Los tradicionales palos ensebados, también conocidos como castillos, fueron parte de las celebraciones del Corpus Christi en el cantón Pujilí. Los mestizos e indígenas de las 18 comunidades formaron parte del juego tras la presentación de los famosos danzantes.

Según Juan Albán, director de Cultura del Municipio de Pujilí, esta actividad representa la armonía que persiste entre las comunidades de la Sierra y del subtrópico de Cotopaxi. El funcionario agrega que además es una costumbre heredada por los primeros pobladores, quienes compartían las papas, ocas, mellocos, cuyes y gallinas. Productos que intercambiaban con panela, piñas, naranjas, mandarinas y otros.

“Este legado de los indígenas no se ha perdido en las comunas”, cuenta Albán. Agrega que la intención es involucrar a los habitantes de la ciudad para que conozcan esta tradición y participen.

El pasado fin de semana, en los terrenos de la urbanización Antonio Guzmán se abrieron profundos huecos en el piso de tierra donde se enterraron los maderos de eucalipto con un triángulo en la parte superior.

En la punta se colgaron productos como ropa, cuyes, licores, frutas y hasta utensilios para la cocina. Los presentes fueron entregados por los priostes de la fiesta y entidades que apoyaron la celebración del Corpus.

Los trabajadores del Cabildo utilizaron maquinaria pesada para levantar con cuidado los palos. Antes de moverlos, los organizadores desprendieron la corteza para que se vuelvan resbalosos. Así, los participantes tendrán que esforzarse para alcanzar los premios que están en la punta.

A este lugar llegaron también turistas y vecinos de otros cantones y provincias para observar a los danzantes, la fiesta y el juego. La Policía Nacional ubicó cercas metálicas para evitar que los espectadores se suban a los castillos.

Juan de Villar, vecino de la comuna Alpamálag de Verdezoto, cuenta que los conocimientos de estos juegos se trasmiten de generación en generación. El campesino asegura que es una prueba que mide la habilidad y la resistencia física. “El que logre subir más rápido puede obtener la mayor cantidad de presentes”.

Un estruendoso ruido desde los espectadores, acompañado por aplausos, dio la pauta para que indígenas y mestizos arranquen el juego y empiecen a subir los 30 castillos. María Tonolema, vecina de Zumbahua, logró que su esposo Ángel Tipan baje dos baldes y una pala de plástico de uno de los palos ensebados. “Es difícil alcanzar los productos porque la gente te quita todo lo que botan, pero ya es un juego tradicional en esta comunidad”.

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