Las imágenes del último sismo chileno aún impactan. Un terremoto parecido puede suceder en cualesquiera de los países del mundo y en el rato menos pensado.
Este evento dejó varias lecturas válidas para países emergentes como el nuestro. La más clara: a pesar de la gran magnitud del evento (8,2 grados Richter) y la poca profundidad (10 km) no hubo sino cinco muertos, aunque resultaron dañados 2 500 inmuebles y ocho vías importantes.
Eso demuestra la gran calidad que tiene la construcción chilena actual y el control efectivo que hace el Gobierno de las normas constructivas.
¿Qué pasaría en el país con un sismo de esta magnitud? Seguramente, las circunstancias no serán tan benignas. ¿Por qué? Porque aunque ya existe una nueva y actualizada normativa constructiva (NEC, Norma Ecuatoriana de la Construcción), más del 60% de las edificaciones es de tipo informal; es decir, no se sujeta a las especificaciones técnico-científicas.
En consecuencia, son muy vulnerables a los grandes sismos. No hay que olvidar que con la construcción informal aumenta el riesgo de catástrofe en proporción geométrica a la magnitud del terremoto.
E l uso indiscriminado del suelo por parte de los ciudadanos es otro de los factores de riesgo. Levantar viviendas junto a los taludes o quebradas es como ponerse la soga al cuello. También lo es el deforestar esas pendientes. O construir a ‘ojo de maestro mayor’ y sin los materiales idóneos.
¿Cómo prevenir posibles catástrofes? Pues respetando a rajatabla las ordenanzas sobre el uso del suelo y cumpliendo los estándares que dicta el Código de Construcción. No hay otra solución.