Todavía existen, pero cada vez son menos. Son resabios de otras épocas que, sin embargo, aún perviven para marcar el ingreso a las haciendas, iglesias, monasterios y casonas: son los portones.
Esas majestuosas construcciones que delimitaban el mundo de sus dueños del resto de la población eran, en La Colonia y hasta en la República, parte importante del acervo familiar. Y su estatura daba una medida ajustada del poderío económico de quienes residían cruzando sus umbrales.
En los valles llenos de haciendas, como Los Chillos, Cayambe o Machachi, los portones formaban parte del paisaje.
Hoy, los portones han perdido sus perfiles aristocráticos pero siguen manteniendo su porte y su distinción. Como afirma el Arq. Eduardo Vallejo, mantienen ese encanto que los hacía tan reconocibles.
Más información en la pág. 6