La existencia de los laberintos en el Hospital del IESS Teodoro Maldonado, por donde desaparecían los medicamentos que eran para los afiliados, tiene más connotaciones que el supuesto robo y la probable mala práctica de la salud pública.
Una de ellas es la comprobación de la vetustez y la obsolescencia de los edificios donde funcionan muchos hospitales, tanto públicos como privados.
Hay más. Varias así llamadas ‘clínicas especializadas’ no atienden sino en antiguos edificios adaptados al apuro a la función de casas de salud.
Ya se puede colegir lo que puede suceder -y ha ocurrido- en dormitorios u oficinas transformados en quirófanos o salas de terapia intensiva.
En consecuencia, la atención hospitalaria nacional actual tiene altas deficiencias en funcionalidad, equipamiento y atención idónea.
Con las pocas excepciones que son conocidas.
La nueva arquitectura hospitalaria mundial ha desechado la creación de esos monótonos y grises bloques de hormigón y vidrio por otras edificaciones de diseño más libre, llenas de colores y equipamientos actuales, que ayuden a la recuperación de los pacientes y no a deprimirles más, como pasa actualmente.
Ahora, los hospitales hasta poseen extensas salas de juegos, ambientes para meditación y de ejercicio grupal, cafeterías…
¿Ejemplos? El Children’s Hospital, en Los Ángeles, Estados Unidos; el Moorfields International Children’s Eye Hospital de Londres, Reino Unido; el Martini Hospital, de los Países Bajos…
Las previsiones estatales hablan de la construcción de 60 nuevos centros de salud en los próximos cuatro años. Esperemos que respondan a los parámetros actuales. Incluida la tecnología más actual, desde luego.