Los hilos de mimbre se deslizan suavemente por sus expertos manos. Es don José Mero, el ‘Predicador’, como lo conocen los vecinos de la zona urbana en el cantón Montecristi, en Manabí.
Las fibras vegetales del mimbre son adecuadas para dar forma a muebles con estructuras de tubos metálicos. A canastas, bolsos, shigras. A cunas y camas…
Este artesano de 47 años, dice ser hijo innato de Montecristi. Nació en la tierra del ‘Viejo Luchador’ Eloy Alfaro y forma parte de la estirpe de 100 tejedores del mimbre que continúan con el oficio, que se inició hace 70 años.
A dos cuadras de la vía que conduce a Manta y Portoviejo se ubica su modesto taller.
En un callejón de 7 metros de ancho por 15 de largo realiza sus tareas. Allí trabaja José, junto a su hijo y dos ayudantes más.
Este montecristense ha dedicado 40 años de su existencia al oficio de entrelazar fibras de mimbre hasta crear formas originales y elegantes, en muebles de sala, comedor y dormitorio.
Todos los días, desde las 08:00, empieza su rutina. Y hasta se da modos para intercalar su tiempo con su esposa, dos hijos y, además, predicar el Evangelio entre sus familiares, amigos y vecinos. Aprovecha cuando llegan los clientes y les habla de la palabra de Dios. Esa es la razón de su apodo.
Las personas interesadas en su trabajo arriban con fotografías de muebles que han sido sacados de internet o revistas de decoración para que José las haga igualitas.
Fabricamos todo, hasta casas de muñecas para los hijos de gente de mucho dinero. Lo que nos piden hacemos. Lo principal es cumplir con los deseos de los clientes aunque, comenta con desgano, las fibras de mimbre son cada vez más escasas.
“Estos hilos vegetales, como denomina a las fibras del mimbre, se cosechaban en las montañas de Chone y Quevedo hasta hace 50 años. Cuando las montañas fueron deforestadas, la explotación del mimbre se trasladó a las selvas en el noroeste de Esmeraldas”.
Cada fibra que llega húmeda en sacos de nailon es delicadamente pelada. Las que son largas -de hasta dos metros- se ocupan para dar forma a las zonas del espaldar de los muebles o de las sillas, cuenta mientras entrelaza los costados de un sofá-cama que tiene que entregar en 15 días.
Pero el mimbre es cada día más escaso, afirma. Nos traen en sacos que pesan 100 libras. Los nativos de Esmeraldas son tan hábiles, que mezclan el mimbre con lodo y piedras para que pese más.
Frente a esa situación, los tejedores de Montecristi hemos optado por buscar nuevas alternativas para continuar con los tejidos. Hoy trabajamos, además, con papel prensado y con un producto que llega desde Indonesia, conocido como polirratán. Es una fibra sintética que se usa para la elaboración de los muebles de exteriores, reseña.
Pero el mimbre es siempre el material predilecto de José. “No es lo mismo tejer con material natural que con hilos sintéticos Mi trabajo va de acuerdo con las necesidades de los clientes, ellos son los que escogen los diseños”.
Entre sus últimas creaciones destacan una casa de muñecas que fue encargada por una familia desde Cuenca y un juego de sala en forma de hongo.
En estos días aprovecha que en Montecristi se desarrollan las fiestas religiosas en honor a Virgen de Monserrate para vender.