El legado de Portovelo subsiste

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‘Mi casa tiene 72 años”, dice orgulloso Gilberto Vásquez, propietario de una vieja villa de madera en Portovelo.

Todavía robusto como los sólidos maderos que sostienen la vivienda, el nonagenario residente cuenta que la villa es su bien más preciado. La espaciosa casona es parte de la riqueza arquitectónica patrimonial de esta ciudad, ubicada al suroeste de la provincia de El Oro.

Don Gilberto, de 92 años, procede de un linaje de mineros. Su padre lo fue antes que él. A los 13 años ya acompañaba a su progenitor en los recorridos subterráneos dentro de las minas de la poderosa compañía gringa South American Development Company (Sadco).

Esta extrajo oro del suelo de Portovelo, un antiguo campamento minero de Zaruma, hasta bien entrado el siglo pasado.

Sin duda, lo que más pervive de aquella época -hacia finales del siglo XIX y mediados del siglo pasado- es su arquitectura.

Levantadas bajo la influencia de la Revolución Industrial, las villas se construyeron con nuevas e innovadoras técnicas y con materiales propios de la zona.

A los cimientos se unieron la madera alistonada de las paredes, el vidrio, el hormigón y los techados de cinc. Tampoco faltaron el amarillo, el guayacán y el palosanto, maderas abundantes en ese tiempo.

Las dimensiones, los diseños e, incluso, la ubicación de las edificaciones marcaban la diferencia de clases. Los obreros ocupaban villas modestas, al estilo de condominios, llamadas residencias de solteros. Los más pudientes se procuraban inmuebles más espaciosos y mejor acabados, llenos de florituras y modas ‘llegadas’ del extranjero.

La casa de Don Gilberto, por ejemplo, es de dos plantas; se yergue sobre maderos de amarillo y guayacán. La casona se muestra sólida y resistente, a pesar de su deterioro.

Obviamente, la mayoría de la madera usada en las construcciones se obtuvo de la zona. El zinc, en cambio, se importó de Europa y los Estados Unidos, al igual que muchos elementos decorativos y del mobiliario.

Las villas forman un conjunto urbanístico homogéneo, que se construyó en torno a la mina de la Sadco. Las residencias de los funcionarios, más señoriales, posan sobre las colinas que rodean el entorno.

Debido a que el Municipio de Portovelo no ha emprendido en planes de protección integral de estos bienes, salvo en reducidas edificaciones, los propietarios de las villas se encargan de su propio cuidado.

“La casa estaba abandonada cuando la compré. Entonces la pinté, arreglé los pasamanos y la curé contra las polillas. Desde entonces lo hago todos los años”, dice Don Gilberto.

En la fresca sala de la vivienda, las paredes pintadas de amarillo y el piso entablado relevan las técnicas constructivas que se replican en la mayoría de las villas de la ciudad.

En la casa de propiedad de Castulio Valle también se protege el bien inmueble del paso de los años. Valle fue ayudante de mina en la Sadco, y luego jefe de instalaciones eléctricas en la minera Cima, una compañía que nació tras la salida del país de la minera estadounidense.

La familia Valle ocupa la vivienda desde hace 40 años. Por su amplitud y decorados, la residencia revela que fue edificada para albergar a un alto funcionario de la Sadco. Sus cimientos son de bellamaría, una madera resistente traída de otras latitudes. Para alejar las polillas, sus ocupantes riegan regularmente una fina capa de petróleo sobre los maderos del piso.

En el barrio La Deportiva se levanta una de las edificaciones más grandes y vistosas de la época del auge minero en Portovelo: se trata de una residencia de solteros, de cuatro pisos, casi en su totalidad de madera.

Las casas son parte de los 117 bienes patrimoniales inventariados en Portovelo. Este cantón fue declarado Patrimonio Cultural del Ecuador en el 2004.

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