Con una decoración netamente local, Morenica del Rosario quiere ser el primer hotel temático de Cuenca. Los espacios de sus cinco plantas y 12 habitaciones se distinguen por su originalidad. Hay de todo: cultura, folclore, gastronomía, orfebrería, cestería…
Según su gerente propietaria, Silvana Galindo, es un hotel pequeño, pero está catalogado de primera. Lo que se busca es dar alternativas al cliente con murales, artesanías, tradiciones, detalles que marquen la diferencia. “En otros lugares solo hay camas, televisores y servicios”.
Durante dos años se remodeló el inmueble, cuya escritura data de 1948. El 25% de la vivienda conserva su originalidad, con paredes de adobe, madera vista y techo de teja. El resto se restauró con un proceso de construcción moderna: paredes de ladrillo y columnas de hormigón.
Giovanni Vintimilla, uno de los arquitectos que formó parte del proyecto, cuenta que la fachada es original. La idea de convertirlo en hotel surgió hace 15 años y por eso no se hicieron muchos cambios. “Dimos ciertos toques personales y específicos”.
La diseñadora cuencana Alexandra Gárate fue quien más trabajó en la última etapa. Le tomó seis meses convertir al hotel en “un pequeño museo”, como ella lo califica. “El turista o usuario del hotel sin salir de sus instalaciones puede conocer todas las bondades que tiene Cuenca”.
Es así que la entrada principal se destinó para la cestería. Se destacan los auténticos sombreros de paja toquilla. Hay bordados en paño y lentejuela, vestimenta de la chola cuencana.
Según Gárate, el patrón fundamental para el hotel es el mural de la entrada. Se trata de una macana original antiquísima. La misma recoge el bordado de las polleras y los rebozos de los trajes típicos. Al pie de cada cama están colocadas macanas o chales.
En cada habitación predominan tonalidades fuertes (amarillos y tierra). Las paredes, puertas y los pasamanos son con pintura envejecida. Igual los muebles, que permiten resaltar los murales. En el tercer piso hay pirotecnia en las paredes: castillos, globos de colores, la vaca loca…
En el hotel se resalta un mural del Puente Roto, que está dibujado hasta con los cuadros que allí se elaboran y se venden. Las piedras están pintadas con óleo.
Un espacio denominado torre vieja sirve ahora para dictar charlas y conferencias, cuya capacidad es de 30 personas.
En la quinta planta hay un mirador de donde se aprecian ocho cúpulas de las iglesias de la ciudad, entre otras, de la Catedral, de Santo Domingo… También se aprecian otros bienes urbanos.