El tren ingresó por primera vez a Quito el 25 de junio de 1908. Lo hizo en medio de la algarabía de los quiteños, con el presidente Eloy Alfaro a la cabeza.
La locomotora a vapor culminó su primer viaje frente a una flamante terminal levantada en el barrio de Chimbacalle, cuya arquitectura reflejaba la moda republicana de la época.
Esta terminal de 16 000 m², cuyas características son las típicas de las estaciones ferroviarias de 1900, ha tenido una vida paralela a la del tren; al igual que las otras estaciones que se acomodaban a lo largo de esa gran vía de dos rieles.
Cuando el característico pito del ferrocarril dejó de sonar, las estaciones entraron en hibernación. La de Chimbacalle fue rehabilitada en 1948, cuando el tren ya mostraba los primeros síntomas de su agonía. Tiempo después quedó vacía y sola, a la buena de Dios.
Así permaneció hasta hace dos años, cuando el Estado decidió sacar de su letargo al tren y ponerlo a funcionar otra vez.
En el 2008 empezó la nueva rehabilitación de la estación, mediante un convenio entre la empresa Ferrocarriles del Ecuador y el Fondo de Salvamento de Quito (Fonsal). La primera etapa culminó el 2009; la segunda y definitiva, hace apenas ocho días, cuando fue inaugurada oficialmente.
La inversión total ascendió a USD 1 150 000 y fue cubierta por los dos socios en partes iguales. Los trabajos de la segunda etapa demoraron seis meses. 200 obreros, ocho técnicos y dos supervisores intervinieron en la rehabilitación.
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