Una universidad sin una biblioteca de categoría es inconcebible; hasta anacrónico. Y todo centro superior que se precie de ser tal debe tener una que refleje su trascendencia.
Claro, en la actualidad una biblioteca es mucho, mucho más que un simple espacio donde se guardan, se prestan y se atesoran libros, revistas y más artículos impresos. Ahora son una síntesis de arquitectura vanguardista, tecnología de punta, comodidad extrema y servicios completos.
Eso son, precisamente, los condicionantes y determinantes que impulsaron a los funcionarios de la Pontificia Universidad Católica de Quito (PUCE) a modernizar su biblioteca, que se inauguró en 1946.
Para eso contaron con el aporte técnico del arquitecto Fernando Calle y un equipo que llegó hasta cerca de 100 personas, quienes trabajaron por 17 meses en convertir el ya añoso local en un edificio de líneas actuales, muy funcional y lleno de todos los avances tecnológicos de última generación, como internet inalámbrico, hemeroteca y archivo virtuales, impresoras láser…
Para optimizar las comodidades de los usuarios (9 000 estudiantes y casi 5 000 visitantes mensuales extra universidad) se incorporaron espacios como las baterías sanitarias, que están ubicadas en la última planta y tiene un diseño actual.
En todo este proceso, explica el Lcdo. Oswaldo Orbe, la biblioteca solamente cerró sus puertas por un lapso de un mes y medio.