Además de la educación formal, uno de los pilares de la formación en este conservatorio es la difusión de nuevas creaciones, a través de conciertos con ensambles propios de la institución. Foto: EL COMERCIO
A pesar del frío y de las intensas lluvias de las últimas semanas, no es raro ver que los pasillos del Conservatorio Nacional de Música, en Quito, luzcan llenos de niños y jóvenes presurosos por tomar sus clases, o por asistir a sus ensayos. Mucho más en estos días, cuando los cerca de 1 000 estudiantes se alistan a celebrar los 115 años de la fundación alfarista de esta institución, con actividades que se iniciarán el 15 de abril.
Cada año, aproximadamente 60 músicos egresan de esta institución tras un promedio de ocho años de estudio. Para Ricardo Monteros, director académico de esta institución, el conservatorio tiene en la actualidad una triple función con ellos. La primera se refiere a desarrollar su capacidad como instrumentistas. La segunda es dotarles de los presupuestos teóricos para ejercer, posiblemente, la docencia. La tercera, formarlos con conocimientos para elaborar proyectos en materia de producción musical.
Tras esta etapa de estudio, el Conservatorio Nacional de Música les otorga un título de bachilleres en Artes. Un título con el que se enfrentan a un complejo campo académico nacional, donde las opciones de educación superior son satisfechas por un reducido grupo de universidades, entre estas: De los Hemisferios, Universidad de Cuenca, San Francisco de Quito, De las Américas, Universidad de Loja, por mencionar algunas. La mayoría ofrece carreras enfocadas en docencia y producción, mas no interpretación musical.
Para Larry Salgado, quien lleva en el conservatorio por casi 50 años, entre su época como estudiante y ahora como docente, una de las prioridades en la actualidad es que los alumnos escapen del encasillamiento de que en los conservatorios solo se aprende música clásica. En su caso, en 1984 conformó la Big Band, una agrupación que se ha especializado en la interpretación del jazz.
A su criterio, proyectos como este permiten educar integralmente a los músicos, despertando su interés en géneros más experimentales.
Efectivamente, uno de los grandes retos que debe encarar el conservatorio en la actualidad es una formación integral de sus estudiantes. Las orquestas y ensambles de la actualidad no solo requieren de músicos expertos en Bach, Mozart o Tchaikovsky.
También se necesitan de personas que sepan sobre música popular, jazz, blues, rock… Es decir, gente cercana a aquellos géneros que usualmente han quedado relegados a la herencia familiar (la transmisión de conocimientos musicales de padres a hijos) o que han sido aprendidos en garajes de casas convertidos en estudios. Al respecto, Raúl Escobar, director del Conservatorio Nacional de Música, opina que en el Ecuador hay una falta de creación de nuevas agrupaciones. En ese sentido, afirma que esta institución “sigue manteniendo la misma línea de formación” en función a agrupaciones como las cuatro orquestas sinfónicas del país o las bandas sinfónicas.
Del otro lado, el jazzista Pablo Ochoa, quien también se formó allí, afirma que en la actualidad se debe priorizar no solo la parte académica sino permitir que el joven músico encuentre su voz en la experimentación.
Actualmente, se desconoce el futuro de todos los músicos que egresan de la institución. Según Escobar, un número de ellos empieza a laborar en las orquestas del país. Otra parte genera proyectos propios (bandas o trabajos como solistas). En el mejor de los casos, ellos obtienen una beca para especializarse en sus instrumentos favoritos, en conservatorios extranjeros que sí les dotan de títulos universitarios.
Artes
La institución celebrará 115 años de vida en abril. En la actualidad, cerca de 1 000 estudiantes se preparan académicamente ahí.