La comuna El Galpón clama por alimento

En la comuna El Galpón, de la parroquia Quisapincha, Aída Pasochoa acomoda a su hermano de dos años en su espalda. Lo carga con una chalina blanca que anuda sobre el pecho. Tiene 11 años pero por su baja estatura aparenta no más de unos siete.

A esta niña indígena le gustaría correr con los niños que alborotan el patio de la escuela Manuel J. Calle al suroccidente de Ambato. No lo hace porque debe cuidar al menor de sus siete hermanos.

Es la tarde del martes 21. El sol que abriga las montañas verdes del páramo eleva la temperatura a 15 grados. Los 1 800 habitantes de los cuatro barrios de El Galpón aprovechan el inusual buen tiempo para asistir a un agasajo navideño en la única escuela de la comuna, a 3 550 metros sobre el nivel del mar.

El estrecho y sinuoso camino de tierra, que conecta con el centro de Quisapincha, se vuelve un lodazal cuando llueve. Eso ocurre con frecuencia, pero esa tarde fue diferente.

Las mujeres se amarran los chales en la cintura y los hombres dejan a un lado los ponchos, las chompas y las gorras de lana. Las botas de caucho no las abandonan por nada.

400 niños se arremolinan en el patio de cemento cubierto con una capa de lodo seco. De las casas bajas, unas de bloque y otras de tapial con techos de teja vieja, salen los abuelos, los padres y tíos para participar en la fiesta. En este sitio marginado, donde se practica una agricultura de supervivencia, es extraño que convivan las familias completas.

Debido a la pobreza, el padre o a la madre buscan trabajo en las ciudades próximas u otros países. Una familia vive con USD 2 y 4 diarios, por lo que se calcula que la migración está presente en el 70% de las 307 familias .

Paradójicamente, los grupos familiares desarticulados tienen una numerosa prole de cinco, seis, ocho o más hijos.

Por eso, generalmente los abuelos o encargados del hogar delegan el cuidado de los más pequeños a las niñas como Aída.

Fatigada, esta niña obedece al grupo de padres de familia de la escuela Sagrada Familia de Ambato. Se sienta en el suelo con los demás y forma un círculo.

Junto a ella se movilizan con dificultad otras niñas con bebés que lloran y bostezan a sus espaldas. Aída tiene hambre. En la mañana desayunó agua de manzanilla. Papas con arroz en el almuerzo y para la merienda tomará otro jarro de manzanilla. La carne, la leche, los huevos son alimentos extraños en su dieta.

Cerca de allí el jefe de la comuna, Luis Camacho, escribe en un cuaderno los nombres de los niños que recibirán los caramelos.

Según él, es la primera vez que reciben un agasajo navideño. Y añade: “Este año empezamos por propia iniciativa a dar charlas sobre control natal. También, trataremos de evitar que nuestros niños salgan a los caminos, ciudades y carreteras para mendigar”. Transcurre la tarde y Aída no aparta la mirada de las fundas con caramelos apiladas cerca a la banda del Comando de Policía No. 9 Tungurahua. 20 personas disfrazados de Papá Noel hicieron bailar al grupo escolar. Luego de 40 minutos la pequeña saborea un chupete. Su madre vende legumbres en Quisapincha, con lo que gana USD 30 para la semana.

Los niños salen a mendigar de 4 áreas rurales 

Las zonas rurales de Tungurahua de donde salen niños y niñas a mendigar durante la Navidad y el fin de año son las parroquias de Quisapincha, Pasa, San Fernando y Juan Benigno Vela.

Todas estas poblaciones se encuentran a 20 ó 30 minutos de Ambato. Los accesos, en primera instancia, son por carretera asfaltada y luego por caminos de tierra o empedrados.

En algunos hay servicio de agua potable. No as í el alcantarillado sanitario. Los habitantes se movilizan en camionetas que les cobran entre USD 0,25 y 50 por persona. Quienes no pueden pagar, generalmente los más chicos, deben caminar por horas desde sus comunas hacia los centros poblados más cercanos.

“Sin embargo, no debemos estigmatizar a esos lugares como expulsores de menores. Estos temas sociales se deben manejar con pinzas. En este momento, hemos ubicado dos puntos de recolección de ayuda en Ambato para agasajar a más de 20 000 niños y niñas de diversos sectores rurales”, explica Paúl Pullas, director provincial del Ministerio de Inclusión Económica y Social (Mies) de Tungurahua.

Según este funcionario, en estos días se entregarán ropa y caramelos en la parroquia de Quisapincha, conocida mundialmente por la manufactura de ropa de cuero y de otras prendas.

La comuna El Galpón fue noticia este año por dos mujeres jóvenes que migraron ilegalmente a los Estados Unidos para reunirse con sus maridos. Sin embargo, fueron asesinadas en la matanza de Tamaulipas en México.

Segundo Cosquillo, suegro de una de las víctimas, todavía espera que los funcionarios de la Secretaría Nacional del Migrante arriben a esa comuna con la ayuda que ofrecieron. “Hay dos niños que quedaron huérfanos y otros cientos que requieren una mejor alimentación y vida”, señala.

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