Mientras más lejos se está del último terremoto, más cerca está el próximo. Esta máxima de los geólogos se vuelve axiomática para Quito y el Ecuador, cruzado por tantas fallas geológicas que el territorio más parece un mapa de navegación aérea.
El sismo de 4,1 grados en la escala de Ritchter, que la capital sintió hace poco, es un recorderis de que no debemos olvidar esta circunstancia, como está pasando con el Cotopaxi en Sangolquí, en San Rafael…
Como la actividad del coloso está baja, la gente piensa que el peligro ya pasó, lo que es verdaderamente preocupante; pues el proceso eruptivo no ha desaparecido y los escenarios proyectados no han cambiado.
Volviendo a los sismos, los expertos prevén un sismo de gran magnitud (más de 8 grados) basados en los análisis de riesgo sísmico realizados hace unos 15 años. El estudio de probabilidades determinó que habrá un suceso de esta magnitud en el país, en las costas de Esmeraldas o Manabí. O en otra parte, incluida Quito.
¿Está preparado el país para soportar un terremoto severo, de la escala de los sucedidos en Chile y Japón? ¿Lo está Quito?
Los expertos consultados opinan que no. Quito es vulnerable por varios factores, entre los que constan dos de vieja data: la construcción en sitios de riesgo como taludes y quebradas y la informalidad.
La construcción informal en el país es casi del 70%. Ese porcentaje no pasó por la revisión de un profesional, la aprobación de planos o licencias de construcción y fue levantado empíricamente o por etapas; sin ningún estudio estructural ni de sismorresistencia.
¿Conclusiones? Que en las condiciones constructivas informales actuales y con las proyecciones previstas, solo nos toca decir como los abuelos: ‘Dios nos coja confesados’.