Methona confusa. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO
Las nubes amenazan con lluvia y los truenos resuenan, pero al ingresar a uno de los invernaderos del Jardín Botánico de Quito todo está quieto y en silencio. “Están dormidas”, dice la encargada de la muestra ‘Mariposas de mil colores’, que estará abierta hasta el 26 de junio y en la que las protagonistas son unas 400 mariposas de 15 especies. Según la organización, en Ecuador existen 2 200 especies, 200 endémicas.
Aprovecho esa quietud para acercarme y descubro que lo que parecen flores son en realidad las mariposas en estado de reposo.
Ni el sonido de mis pasos ni de los mecanismos de los equipos de fotografía las inquietan. Pero cuando al cabo de 45 minutos, los rayos del sol disuelven las nubes y se cuelan por las ventanas, ellas despiertan de su letargo, se mueven de a poco, van abriendo sus alas y por fin las es posible fotografiarlas en toda su magnitud. Sus colores y texturas son impresionantes.
Por ejemplo, los 15 centímetros que miden las alas de la mariposa Morpho Achilles, cuyas tonalidades son consideradas entre las más bellas y resplandecientes de la naturaleza, son suficientes para albergar un universo de destellos.
Después de un momento, el lugar parece sacado de un universo onírico en el que los colores vuelan. Los insectos no paran de moverse, revolotean. Ya no hago fotos, solo veo una paleta infinita que se expande sobre la frágil membrana de la que están hechas sus alas.
Alas de mariposa
Heliconius Numata. Foto: Vicente Costales
Heliconius melpomene. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO
Methona confusa. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO
Heliconius Numata. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO
Heliconius Doris. Foto: Vicente Costales