Padre y joven firman actas de compromiso al ingresar a Pumamaqui. Un juez extiende la medida de acogimiento. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
La psicóloga educativa del colegio la acompañó hasta el aula. Allí, a los demás estudiantes les pidió dar un aplauso a su compañera Diana, a manera de bienvenida. Les contó que enfrentó una grave enfermedad, por lo que pasó hospitalizada.
La chica prefirió evitar que se enteraran por qué no asistió a clases durante seis meses. Estuvo en un Centro Especializado de Tratamiento para alcohol y drogas (Cetad), de Quito.
Diana (nombre ficticio), de 16 años, fue internada en uno de esos establecimientos para tratar adicciones, del Ministerio de Salud. Su diagnóstico: “consumo problemático” de marihuana y otras sustancias.
La colegiala vivía con su madre, quien al notar cambios inexplicables, acudió a una psicóloga del Departamento de Consejería Estudiantil (DECE) de un plantel. Así, y con exámenes toxicológicos, establecieron lo que le pasaba. Tenía una adicción a la droga que consumía a diario o a menudo.
Padres y maestros pueden detectar comportamientos extraños: bajo peso, fugas de clases y de casa. Algunos abandonan un tiempo su hogar y viven en la calle. Esto pasa cuando sus esfuerzos se enfocan en la posibilidad de consumir un estupefaciente, entonces no les interesa la familia ni el estudio, detalla Andrea Acosta.
Ella es la responsable técnica del Centro Especializado de
Tratamiento para alcohol y drogas Pumamaqui (para chicas). En casos graves -dice- roban para adquirir la sustancia.
La adicción, en Ecuador, se considera un problema de salud pública. La Constitución del 2008 establece que el Estado debe desarrollar programas de prevención y control de consumo de alcohol, tabaco y sustancias estupefacientes y psicotrópicas.
En esa línea, la Secretaría Técnica de Drogas (Seted) levanta datos sobre la situación. En 2016 encuestó a una muestra de 34 869 chicos de centros públicos y privados, que representan a 473 469. Así, 1,2 de cada 10 colegiales declaró haber consumido algún tipo de droga ilícita en el último año.
En Quito fue especialmente marihuana. En Guayas, la H, que tiene 30% de heroína y más sustancias que generan adicción en la primera dosis.
Lo apunta Ledy Zúñiga, titular de la Seted, que reitera que hace falta fortalecer los lazos familiares. Esto, ya que el 30% de esos alumnos -que contó haber consumido drogas- aseguró no sentirse escuchado ni recibir afecto en sus hogares. Además, le preocupa que la edad de inicio sea 14 o 15 años.
Este Diario visitó los DECE de cinco colegios de Quito, dos de ellos privados. Allí confirmaron que el clima familiar incide en que se prueben sustancias ilícitas. Pero, a veces, chicos con entornos sin dificultades, en fiestas u otros sitios experimentan y eso se vuelve una bola de nieve, que no controlan, pues la adicción -anota Acosta- es una enfermedad.
Además, psicólogos identifican un inicio más temprano de consumo de alcohol y marihuana: 12 años. Recordaron que en las chicas, la menstruación, por ejemplo, hoy se adelanta, por tanto también sus intereses sociales. Y criticaron que el beber cerveza esté normalizado en las casas y que se gaste en whisky para las fiestas de segundo de Bachillerato.
Los tutores e inspectores han hallado manzanas con orificios, que sirven de pipas; esferos y tapas, con marihuana, y botellas de jugo, con licor.
El ciclo anterior, a un alumno, que cumplió 15, le descubrieron una pipa con esa hierba, que se compra en USD 0,50.
A la psicóloga le confesó que empezó a fumarla a los 11 y eso se volvió un hábito. Se sentía inestable, sus padres se divorciaron. Acordaron que los citaría para que se los contara.
En el DECE, Joaquín (nombre ficticio) culpó a un compañero de ser el dueño de la pipa. La psicóloga no lo desmintió, para no perder su confianza. La madre le dijo llorando, “mientes, te conozco”. Y él lo aceptó.
En el DECE se siguió la ruta al remitir el caso al Ministerio de Salud. No es legal expulsarlo. La orientadora llamó al 171 y le buscó una consulta psicológica, en un centro de salud cercano a la casa del joven.
Así se determinó qué tipo de tratamiento requería. En el país hay una red con 500 puntos públicos para atención ambulatoria de adicciones. Y 10 estatales para internamiento, si el consumo es problemático. Además, según Seted, hay 90 de estos puntos privados, a los que Salud compra servicios para cubrir la demanda.
A los padres de Joaquín se les pidió no reprocharle nada. Y certificados de que el estudiante acude a terapias psicológicas.
Lleva cinco meses en eso. Como recibe clases en la tarde, en la mañana hace tareas en el DECE y, si presenta dificultad en una materia, la orientadora busca ayuda extra de docentes. Eso mismo se hace con Diana, que volvió a clases y este año debe graduarse.
Según la Secretaría de Educación de Quito, con la Misión Cero Drogas se promueve la corresponsabilidad de los padres, que participan en brigadas al ingreso y salida de colegios. La Seted impulsa Familias Fuertes, plan para prevenir y no solo repetirle al colegial: ‘Dile no a las drogas’. En los DECE, las psicólogas reiteran a los padres que con su apoyo sus hijos pueden dejar el consumo.