Sin discusión: con el cambio de paradigma por causa de la globalización, los multiespacios han ganado terreno en las ciudades -no solo en las metrópolis- y se han convertido en los nuevos templos, en los cuales se agrupan los ciudadanos para satisfacer sus necesidades, sus gustos o sus extravagancias .
Hoy, toda ciudad ‘que se respete’ debe poseer, al menos, un centro comercial de categoría, pues es el ‘shopping’ el nuevo aglutinador de la sociedad y ha reemplazado, con holgura, la función de los viejos espacios urbanos destinados a ese fin, como las plazas y las iglesias.
Los grandes pasajes llenos de tiendas son los símiles de las calles y avenidas, aunque magnificados por los grandes ventanales, que dejan ver la mejor mercadería: efectivos anzuelos que siempre pescan clientes.
Los ‘malls’ responden a un concepto integral cuyo axioma es ‘todo en uno’. Allí uno puede encontrar el objeto que busca, almorzar mientras cobra aliento o, si ya se cansó, desestresarse mirando una película de estreno.
La estrategia es clara: reunir distintos rubros en un mismo sitio y así, entre otras cosas, brindarle más servicios al consumidor, potenciar el negocio y aumentar las ventas.
Mal o bien, ese es el nuevo diseño de las urbes y no tiene vuelta atrás.
Pero no solo los ‘shoppings’ están inmersos en esa nueva imagen urbana. Los centros culturales, las librerías y las galerías de arte han tomado prestado este concepto y fusionan varias funciones para mantener el interés de los visitantes.
Un ejemplo quiteño reciente de esa apropiación es el Centro Cultural Carlos Fuentes. Allí, se puede comprar un libro y leerlo mientras se degusta un café en el bar o se asiste a una conferencia sobre arte, yoga , poesía…