Los imponentes árboles de cedro dan la bienvenida. No es necesario cubrirse del sol. Las hojas anchas de bijao forman una visera natural que filtra el paso de los rayos del sol y mitigan los 25 °C de la mañana del último viernes. Es la estación biológica Pindo- Mirador, ubicada a 10 km de Mera, Pastaza, en la Amazonía.
En este sitio, un grupo de investigadores del Reino Unido realiza desde el 2005 un estudio paleológico de los ecosistemas tropicales. Es decir, buscan explicar cómo estos lugares han cambiado a lo largo del tiempo y qué factores han influido en su conservación. Con ello intentan recuperar la flora y la fauna que están en peligro.
Estas alertas han hecho que los investigadores se movilicen para cuidar este ecosistema. Actualmente, en el mundo hay 10 proyectos que estudian y predicen las alteraciones de la temperatura en los bosques tropicales. Durante una caminata por una parte de las 274 ha de bosque de la Reserva Pindo-Mirador, Carmen Luzuriaga, directora de esta estación, mira las cerca de 50 especies de flora que habitan en esa zona. Ella agrega que si la temperatura del planeta continúa en aumento, se puede generar una sequía que afectaría directamente a las plantas y árboles pequeños. Esto porque al no tener raíces profundas no podrían abastecerse de agua.
En el país, el programa Socio Bosque conserva alrededor de 888 000 hectáreas de bosques húmedos tropicales. El Ministerio del Ambiente informó que cerca de 5 000 personas reciben un incentivo económico para que cuiden estos lugares.
A pesar que el estudio impulsado por científicos del Reino Unidos aún no termina, una conclusión preliminar es que el cambio climático está influyendo en el actual comportamiento de los bosques tropicales. ¿La razón? Este fenómeno disminuye la capacidad de los árboles de absorber el dióxido de carbono de la atmósfera.
En este momento, la vegetación y la tierra de este tipo de bosques atraen 9 000 millones de toneladas de ese material. Según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático, las actividades humanas producen 32 000 millones de toneladas anuales de CO 2.
El 80% es por la quema de combustibles fósiles y el 20% por la deforestación. De ese total, 8 000 millones son absorbidos por los océanos y otro tanto por las plantas. En cuanto a la afectación directa de la vegetación hay estudios internacionales que revelan que, por ejemplo, los musgos y las plantas epífitas se encuentran en el límite de sus capacidades fisiológicas. Es decir, tienen dificultades para absorber agua.
“Estas variaciones forzarían a los briófitos de todos los bosques tropicales (plantas que crecen en el suelo) a refugiarse a mayores altitudes. Esto originaría su desaparición de las tierras bajas“. Esto lo sostiene el biólogo quiteño Plácido Espín, quien participa en un estudio sobre los efectos del clima en el trópico de Panamá.
¿Qué sucedería si disminuye la cantidad de bosques tropicales? Estos ecosistemas albergan la mayor diversidad de fauna por hectárea y controlan las inundaciones en poblaciones aledañas, pues frenan el recorrido del agua que en época de invierno es abundante.
En Ecuador, estos bosques se encuentran en Esmeraldas, Santo Domingo de los Tsáchilas y en toda la región amazónica. Ocupan 1,1 millones de hectáreas. Las especies de estos bosques alcanzan entre 30 y 50 m. Son importantes, además, porque acogen a 200 especies de flora por cada hectárea.
Pese a esfuerzos globales, el informe ‘El Estado de los Trópicos’, presentado en junio en Costa Rica revela que de 1990 al 2010 los trópicos perdieron alrededor de 9,5 millones ha de bosques cada año, en comparación con 2,7 millones anuales en el mundo. Casi 4% del bosque primario mundial se perdió en una década.
EN CONTEXTO
Las plantas epífitas son características de la flora del bosque tropical. Son en su mayoría especies de musgos y helechos que viven en las ramas y troncos de los árboles. Científicos advierten sobre el retroceso de esta vegetación por la elevación de la temperatura.
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