Ciencia y terapia para entender el autismo

La Policía Metropolitana de Quito ofrece terapias para personas con TEA con mascotas de la  institución

La Policía Metropolitana de Quito ofrece terapias para personas con TEA con mascotas de la institución

La Policía Metropolitana de Quito ofrece terapias para personas con TEA con mascotas de la institución. Foto: Pavel Calahorrano / EL COMERCIO

Como cada 2 de abril, este sábado se conmemora el Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo. Una fecha en la que se busca una mayor inclusión de los afectados, se recuerda el papel que cumplen terapistas y médicos -como es el caso del programa que mantiene la Policía Metropolitana de Quito- e, igualmente, se pone de relieve los avances científicos para la comprensión de este trastorno neuropsicológico.

En el ámbito científico, la semana pasada, una investigación publicada en la revista Nature Genetics informaba que en la población en general existe el riesgo genético que contribuye a la aparición de Trastornos del Espectro Autista (TEA). Estos son un tipo de problemas de neurodesarrollo, que se caracterizan por las dificultades en la interacción social, la comunicación y el lenguaje, además de comportamientos repetitivos.

La investigación de Nature, liderada por Mark Daly, codirector del Instituto Broad (EE.UU.), confirma lo que, desde hace 10 años, ha analizado el psiquiatra ecuatoriano Felipe Burbano. “El estudio genético nos ha permitido ampliar nuestro conocimiento sobre cómo se comportan los TEA”. A su criterio, la investigación científica del último lustro ha permitido descartar tratamientos obsoletos, mitos, y, al mismo tiempo, mejorar las etapas de detección de los TEA en menores de tres años.

De hecho, Burbano recuerda lo que sucedió con la teoría de las ‘madres nevera’, propuesta en la década de 1940 por Leo Kanner, quien planteó por primera vez el autismo. Esta teoría sostenía que el trastorno es consecuencia de una mala relación entre la madre y el niño, y su popularidad fue tal que -según Burbano- no pudo ser descartada del imaginario popular hasta la década de 1980.

En los últimos años, en Estados Unidos se han estudiado casos de más de 127 mil personas diagnosticadas con autismo con el fin de incrementar la producción científica en esta área. Entre los más destacados se encuentra un estudio del profesor de genómica Evan Eichler, quien descubrió que el autismo en las mujeres requiere de un mayor número de mutaciones para ser efectivo. También, científicos de la Universidad de California Davis apuntan que existe una estrecha relación en el aumento de niños con TEA y las sustancias químicas agrícolas.

A pesar de que EE.UU. se ha mantenido a la vanguardia de estos trabajos, la Unión Europea sobrepasa las expectativas. Según el ranking de la organización Autism Speaks, cerca de una veintena de los trabajos destacados en esta área se desarrollan en esta región gracias a un presupuesto de
USD 33,6 millones.

Para el genetista colombiano Cristian Zuluaga, en países de la región andina faltan estas alianzas gubernamentales multimillonarias para el autismo. Recuerda que hace dos años salió a la luz uno de los trabajos más reveladores en el área, cuya investigación costó más de USD 3 millones. Él habla del trabajo del genetista Jay Gingrich, quien descubrió que la edad del padre influye en el desarrollo de TEA debido a la calidad de su esperma.

En Ecuador, la investigación en torno a los TEA no está muy desarrollada. De acuerdo con Autism Speaks, “los niños latinos son regularmente diagnosticados más tarde que otros grupos étnicos y tienen menor acceso a diagnósticos y servicios de tratamiento”.

Uno de los recientes trabajos con población quiteña la realizaron académicos de la Universidad de Ámsterdam y de la Pontifica Universidad Católica. Descubrieron que existe una muy baja prevalencia de estudiantes diagnosticados con TEA inscritos en escuelas de la ciudad.

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