La ciencia al servicio del ambiente y las personas con discapacidad

En uno de los espacios del Campus Party los apasionados por la tecnología compartieron sus conocimientos y los proyectos que han desarrollado. Foto: Paúl Rivas/ El Comercio.

En uno de los espacios del Campus Party los apasionados por la tecnología compartieron sus conocimientos y los proyectos que han desarrollado. Foto: Paúl Rivas/ El Comercio.

En uno de los espacios del Campus Party los apasionados por la tecnología compartieron sus conocimientos y los proyectos que han desarrollado. Foto: Paúl Rivas/ El Comercio.

Los corredores del Campus Party quedaron estrechos para caminar con holgura. Se convirtieron en pistas de despegue -y aterrizaje- de los drones que llevaron los campuseros. Se elevaban en el momento menos pensado, sorprendiendo a los despistados que pasaban cerca y que escapaban de chocar con la nave no tripulada.

Los minirobots, de unos 50 centímetros, competían por el espacio y deambulaban entre los cables desperdigados en el piso de Cemexpo, las cobijas y las maletas de los campuseros que llegaron. Algunos de El Oro, como Rony Torres. Él acaba de graduarse del colegio. Tiene 17 años; dos de estos dedicado por completo a la investigación de la ciencia y la tecnología. Fundó en su provincia un club llamado Obelisco, que permitió a 80 jóvenes reunirse para hacer lo que más les apasiona: inventar.

Uno de sus resultados es una bicicleta que funciona con energía solar. La trajo a Quito en bus, con el apoyo financiero de la Gobernación de su provincia. Se subió a la bici para mostrar cómo funciona. Los ­rayos son captados por un panel que los transforma en energía. Luego pasa a una batería que activa un motor y alimenta las luces que se incorporaron a la estructura de la bici.

El vicepresidente de la República, Jorge Glas, escuchó la explicación con los brazos cruzados. Llegó ayer al segundo día del Campus para conocer de cerca los proyectos. Los organizadores del campus se encargaron de advertir a los participantes, horas antes, que solo disponían de un minuto para cada explicación.

Pero Jessica Guijarro y Andrés Alta se tomaron más de ese tiempo. Su invento convocó la atención de las autoridades y de los camarógrafos y fotógrafos que no se despegaron de Glas. Se aglomeraron en el espacio que se les asignó a los estudiantes y lo coparon; casi tumban el cartel de la Universidad Técnica del Norte (Imbabura), que estaba de telón.

Guijarro y Alta estudian en esa institución, en la Facultad de Mecatrónica. Como parte de su tesis de grado crearon una silla de ruedas que responde a mando de voz. Las personas con algún tipo de discapacidad solo deben hablarle a un micrófono que se coloca en la ropa, para que la silla avance, retroceda o frene.

Los estudiantes casi debieron gritar para que todos pudiesen escucharlos. El ruido de las computadoras que estaban cerca confluyeron con el murmullo de los otros campuseros y las voces de los ponentes de las conferencias magistrales, que se escuchaban en los altoparlantes; en inglés y español.

Alejandro Abad se acostumbró pronto al ambiente sonoro, llegó desde Cuenca, para mostrar una prótesis que fue hecha con una impresora 3D. Se ideó en noviembre pasado y hasta ahora ha permitido que ocho personas recuperen la movilidad de sus brazos.

Funciona a base de electrodos, que reconocen impulsos y permiten el movimiento del brazo artificial. Para la elaboración se trabajó con 20 personas, entre médicos especialistas, mecánicos, diseñadores... El Campus -dice Abad- ha sido una oportunidad para establecer redes de contactos y conocer hacia dónde apuntan los inventos; cuáles son los avances y los escenarios tecnológicos.

Los drones -cada vez más pequeños- y las prótesis -cuyo reto es reemplazar con más precisión las funciones del cuerpo humano- se han destacado.

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