Entrevista con Luis Cumbal, ganador del Premio Nacional Eugenio Espejo. Fotos: Pavel Calahorrano / EL COMERCIO
Cuando en Ecuador se veía al petróleo como un mero instrumento comercial, Luis Cumbal avizoraba una nueva concepción en torno a este recurso. Eran los años ochenta, en ese paréntesis entre la bonanza petrolera y la crisis financiera ecuatoriana.
Para el flamante ganador del Premio Nacional Eugenio Espejo, el petróleo era más que una fuente de ingresos de una nación; era el factor determinante para entender ciertos cambios en los ecosistemas de la Amazonía. ¿Pero qué hacer en un país donde los estudios ambientales eran realizados por ingenieros civiles y químicos? Pues buscar en nuevos horizontes las herramientas necesarias para ayudar al medio ambiente a través de una carrera profesional.
En la foto, los laboratorios han sido el espacio de trabajo del Dr. Luis Cumbal. Foto: Archivo / EL COMERCIO
Este pasaje de su vida, que se enmarca entre el final de la década de 1980 e inicios de la de 1990, permite visualizar cómo ha sido la forma de pensar de Cumbal. Él es de aquellos hombres para quienes el presente es un pasado y el futuro es ya una realidad. Porque mientras nadie hablaba de crisis ambiental, él se preparaba para estudiar este campo. O cuando pocos daban importancia a la nanociencia en el país, él se encontraba realizando experimentos en este campo.
A más de una visión de futuro, la constancia es otra de las características de Cumbal, con más de 30 años en el campo de la investigación y la docencia. En una reciente publicación de El Telégrafo, se recordaba que la juventud de Cumbal era una mezcla de pasión por el conocimiento y labores artesanales. De joven zapatero a distinguido científico, así se resume parte de la vida del, ahora, doctor en Ingeniería Ambiental. Y él, al recordar todo esto, dice que siempre supo que debía mantenerse firme en sus metas; que sabía que en el campo de las ciencias no importan familias, orígenes ni apellidos sino, más bien, el talento, la tenacidad y la rigurosidad en el momento de analizar un hecho.
En la actualidad, él dirige el Centro de Nanociencias y Nanotecnología de la Escuela Politécnica del Ejército. Aquí se encarga de dar cauce a las cuatro líneas de investigación que en el momento tiene la institución: mediación ambiental, celdas solares híbridas, polímeros nanoestructurados y nanomedicina.
El científico observa que, a pesar de que existen ciertos traspiés en la investigación científica ecuatoriana (como, por ejemplo, la falta de fondos), el país se encuentra en un momento de transición en cuanto a la comprensión de la ciencia. Espera que, con suerte, los más de 1 000 PhD del país que se encuentran en formación regresen con la intención de entablar una justa competencia en el campo del desarrollo científico y tecnológico.
Precisamente, ese ha sido uno de sus principales intereses a lo largo de su carrera: que la gente tenga los conocimientos necesarios para competir sanamente en materia científica. Es por ello que en algún momento de su vida rechazó la oportunidad de trabajar para una petrolera que, con un jugoso sueldo, lo apartaba de la investigación y la docencia. Entre risas y sentado en su despacho, tras calificar unos exámenes de sus estudiantes, dice que él no podría apartarse de las aulas y de los laboratorios.
Y, al parecer, esta vocación por la investigación la ha sacado fuera de los recintos universitarios: a su propio hogar. En esta semana, su hijo Ronald viaja a Países Bajos para realizar estudios en Robótica. Mientras tanto, su hija Nadia está cursando sus estudios postdoctorales en Genética del Cáncer. “Parece que el hecho de haberme dedicado a hacer ciencia les impactó a ellos”, dice de una manera muy discreta.
Al recordar los últimos 30 años dedicados a la investigación científica, él habla de uno de los sueños que siempre tuvo: ser ingeniero en Aeronáutica. Esto queda como uno de los anhelos juveniles del muchacho a quien la vida de zapatero impulsó a dedicarse de lleno al estudio. Eso sí, siempre con una misión de por medio: colaborar por el bien de la humanidad. Si tal vez esto último suena al cliché del que hace uso todo científico, vale recordar que una de sus patentes registradas en Estados Unidos ahora permite que miles de personas en todo el mundo beban agua sin el temor de que esta se encuentre contaminada con arsénico.
Su experiencia:
1984
Finaliza sus estudios en Ingeniería Mecánica en la Escuela Politécnica del Ejército. Su línea de investigación es en torno a la energía. Aquí descubre su interés por el tema ambiental.
1995
Obtiene su maestría en Ingeniería Ambiental por parte de la Universidad de Lehigh (Pensilvania, EE.UU.). Empieza su carrera en el desarrollo de la nanociencia.
2004
Obtiene su PhD en Ingeniería Ambiental por sus investigaciones en polímeros. En esta etapa de su trabajo ya ha realizado varias publicaciones especializadas en inglés.
2008
Editor en jefe de la revista Ciencia y Tecnología de la Espe. Para ese entonces lleva cuatro años como miembro del Centro de Investigaciones de la misma universidad.
9 de agosto del 2015
Fue galardonado con el Premio Nacional Eugenio Espejo por sus investigaciones científicas. El reconocimiento incluye una medalla, un diploma y un monto económico.