Stéfano Bajak (izq.) María Alché y Roberto Sempértegui, durante el rodaje de la película ‘Chuquiragua’. Cortesía de Chuquiragua
En un páramo a más de 4 300 msnm, Mateo Herrera encaró uno de sus mayores retos creativos y físicos en su carrera como cineasta.
La agreste y gélida geografía de los páramos de Papallacta es el escenario de ‘Chuquiragua’, la octava película del director ecuatoriano, que llega a la cartelera cinematográfica desde el 8 de septiembre.
La cinta cuenta la historia de Agustín, un joven que decide emprender un viaje a la montaña para terminar su tesis, lejos de cualquier distracción. Pero un día se encuentra con Lucía y su novio Santiago, que se instalan junto a su carpa.
Poco a poco, los días de campo se convertirán en una silenciosa pesadilla, donde los protagonistas descubrirán cosas que no sabían sobre sí mismos.
Con este proyecto, Herrera se despega de sus anteriores filmes, donde la ciudad, su dinámica y sus personajes ocupaban un lugar protagónico.
La historia de ‘Chuquiragua’ empezó a escribirse en el 2012, cuando Herrera aún trabajaba en la finalización de su séptima película: ‘Tinta sangre’.
La cinta del director Mateo Herrera se proyectará en Ochoymedio, Multicines y Supercines. Foto: Galo Paguay / EL COMERCIO
El director explica que tenía ganas de hacer “algo metafórico” a partir de la imagen de dos carpas y un páramo, de la que se desprende un guión de 90 páginas escrito por Herrera junto con Antonella Frisone.
Aquella imagen le devuelve a un recuerdo de su niñez, cuando fue de pesca a Papallacta junto a su tío Pancho. Un viaje casi iniciático, dice Herrera, donde descubrió la magia del páramo. Esa sensación latente fue madurando en una visión artística, inspirada también en los textos del cuentista argentino Horacio Quiroga, que evoca el encuentro brutal e implacable entre el hombre y la naturaleza.
Encuentro que se hizo realidad entre enero y febrero del 2015, durante el rodaje. En ese tiempo, el equipo de producción estuvo a merced de los caprichos climáticos de un páramo que se convirtió en un personaje más de la película.
Las condiciones variantes de luz, viento y temperatura impusieron un reto a nivel de dirección, fotografía, sonido, cámara y actuación, del que Herrera -dice- salieron airosos.
La actriz argentina María Alché y los ecuatorianos Stéfano Bajak y Roberto Sempértegui se convirtieron en los protagonistas de una historia, en la que salen al encuentro de sus mayores temores y oscuros deseos. “Un drama citadino fuera de contexto”, dice Herrera.