Christoph Baumann ha decidido hacer un teatro que incomode
La obra de Ibsen se presenta mañana 11 de septiembre,a las 19:30, en el Teatro Sucre, como parte del festival internacional Fiesta Escénica Quito. Foto: Vicente Costales/ EL COMERCIO.
Los tiempos no están para pequeñeces ni medias tintas, y Christoph Baumann lo sabe. Por eso ha decidido hacer teatro político, que incomode, y para llevar a cabo su propósito escogió una pieza hecha a medida, ‘Un enemigo del pueblo’, de Henrik Ibsen; una de las 14 obras parte de Fiesta Escénica Quito (Fieq), que comienza esta noche en el Teatro Sucre.
¿Qué es la mayoría absoluta? Quienes no tengan la respuesta -aunque parezca obvia- pueden encontrarla en la obra de Ibsen. La mayoría absoluta es esa masa informe que siempre se equivoca.
A través de ideas provocadoras como esta, Baumann va acercándose a su cometido: que el público piense, se mire al espejo. Y lo logra ayudado de un libreto adaptado por el periodista Roberto Aguilar, y la interpretación de Alfredo Espinosa, como el doctor Tomás Ayora, que es quien se encarga de poner el espejo en el que seguro muchos no se querrán ver; cómodos en su silencio en medio de una democracia cada vez más “hueca”, el calificativo es de Baumann, quien lleva alrededor de tres meses metido de cabeza en el montaje de ‘Un enemigo...’.
Si bien el peso de la obra recae sobre Espinosa, o sea el doctor Ayora -personaje quijotesco dispuesto a llevarse cuanto molino se le pase por delante para defender la honestidad-, los papeles de Pablo Aguirre (Pedro Ayora, alcalde), Alejandra Albán (Catalina, esposa de Tomás), Julia Silva (Rebeca, hija de Tomás), César Samaniego (Tinoco, periodista ambiguo) , Baumann (suegro del médico) y Valentina Pachecho (Victorita, representante de la mayoría absoluta) completan el espectro de los distintos poderes que asechan a la dignidad, individual y colectiva: el político, el mediático, el social.
La trama es sencilla: dos hermanos -uno médico y otro alcalde de un pueblo con balneario- se enfrentan porque el científico descubre que las aguas del balneario están contaminadas y el político no quiere que se sepa. Entonces empiezan a moverse todas las fichas para matar simbólicamente a quien quiere contar la versión más cercana a la verdad (porque la verdad no existe).
Así, Ayora, por ejemplo, a veces es silenciado por una banda que entona el Himno Nacional, cada vez que quiere dirigirse a sus vecinos para contarles la inmundicia (literal y figurada) en la que están hundidos.
El tema que plantea esta pieza escrita a finales del siglo XIX, sin embargo, es tan actual que parece que fue escrita ayer. Baumann cuenta que los últimos años ha cobrado una vigencia inusitada en todo el mundo, por la fuerza con la que denuncia la subordinación de los derechos a los intereses de la política y el dinero. En cada país por distintos motivos; y en Ecuador hay razones de sobra para haberla montado.