Pagar la cuenta, comprar ropa, ingresar en un edificio o incluso utilizar la fotocopiadora son servicios a los que podrá acceder con tan solo colocar su antebrazo sobre un lector. Tal aparato registrará el código de barras del chip, ubicado bajo su piel, y no hará falta ningún otro dato, ya que todo lo necesario se encontrará almacenado en un pequeño dispositivo.
Pero el que parece un escenario futurista, que solo estamos acostumbrados a observar en películas de ciencia ficción, ya está dando algunos indicios de concretarse en realidad.
En Epicenter, firma de Suecia, ya no es necesario utilizar una tarjeta de crédito o dinero en efectivo para pagar por un servicio. Sus empleados no requieren de una cédula para identificarse o de una tarjeta magnética para ingresar. Solamente de un chip. Está previsto que en pocos meses todos sus empleados (700) lleven estos dispositivos en su cuerpo.
Su tamaño no sobrepasa el de un grano de arroz, y su estructura está formada por un microchip capaz de almacenar hasta 128 caracteres.
También tiene un sintonizador (que se encarga de que el implante transmita la información en la frecuencia adecuada) y una antena, para que la señal sea más fuerte. Su estuche está hecho con un vidrio biocompatible que protege el sistema electrónico y lo aísla para que no interfiera con la sangre o fluidos corporales y tiene una vida útil de 50 años.
Felicio de Costa, propietario de una de las empresas en Epicenter, fue uno de los primeros en someterse al procedimiento. Según explicó a la BBC, solo hubo un momento de dolor antes de que se diera cuenta de que el objeto ya formaba parte de su organismo.
El procedimiento lo realizó Hannes Sjoblad, un tatuador, miembro del grupo de ‘hackers’ suecos que impulsa la idea de adoptar esta tecnología, antes de que el gobierno o empresas como Google y Facebook la impongan para mantener controlados a sus usuarios.
Así, al estar expuestos desde ahora al funcionamiento de los chips “seremos capaces de cuestionar la forma en que se implementa la tecnología desde una posición de mayor conocimiento”, defiende Sjoblad.
La medida no solamente causó interés, sino también inseguridades entre los empleados pues dudan del impacto que el dispositivo pueda tener en la salud. Hay quienes incluso dudan de su utilidad, por lo que se niegan a su implementación.
Karel Espinoza, ingeniero electrónico, explica que los chips que se utilizan para los seres vivos son similares a un implante común. Tienen relación con los de las tarjetas de crédito o cédulas de identidad, pero son diferentes a los utilizados para máquinas o robots.
Verichip fue el primer implante en humanos que aprobó la Food and Drug Administration (FDA) en el 2004. El nanochip contiene la información de su portador y puede ser recuperada por un sistema de identificación por radiofrecuencia (RFID).
En México, los implantes son utilizados como una medida para disminuir el índice de secuestros. Las compañías de seguridad son las encargadas de inyectarlo bajo la dermis a través de una jeringa. Después, un transmisor envía la señal al receptor que cuenta con un sistema de geolocalización.
También existen aplicaciones que permiten conectar la señal del chip con el ‘smartphone’ para que el monitoreo sea en tiempo real. El implante tiene un costo de USD 4 000 y el usuario debe pagar una cuota anual de USD 2 200.
El procedimiento se podría asemejar con lo que en el Ecuador se está haciendo a las mascotas, explica Esteban Castañeda, médico veterinario zootecnista. A los animales se les coloca el chip en el cuello, con un código de 13 dígitos.
Estos “no representan riesgo alguno” ya que están hechos de un material antialérgico y una vez insertado no hay peligro de que el dispositivo se mueva, porque el organismo se encarga de encapsularlo en el sitio.
La diferencia está en que el chip simplemente contiene la información de él y de los administradores, que se almacena en una base de datos, pero no funciona como un rastreador.
El principal beneficio de poder utilizar esta tecnología en humanos, considera Espinoza, es su practicidad. Poder tener toda la información almacenada en un sólo sitio es lo que facilita las tareas diarias.
Amal Graafstra, fundador de Dangerous Things, se puso un implante en cada mano por la necesidad que sentía de poder entrar a su oficina sin necesidad de emplear una llave.
Después de resolver el problema inicial, continuó desarrollando la tecnología. Ahora puede encender su motocicleta, el auto, ingresar a su casa y encender su computadora al colocar la mano sobre el lector.
Además de simplificar las actividades cotidianas, los chips también podrían ser utilizados en la medicina para controlar el azúcar en la sangre o detectar alguna anormalidad en el organismo.
Una investigación realizada por la consultora D’Alessio IROL reveló que siete de cada 10 personas considerarían la posibilidad de insertar un chip a sus hijos y la mitad lo haría si tuviera alguna
utilidad médica, dejando de lado los temores que manifestaron en relación con la privacidad y su vulnerabilidad. También por el control que la tecnología podría ejercer sobre el cuerpo.
Espinoza, por otro lado, considera que las personas no deberían preocuparse por el rol de la tecnología ya que esta no es una medida que convertirá a los humanos en máquinas. Además, no es un proceso “muy simple” porque se debe contar con la infraestructura necesaria, que implica la utilización del microchip en las actividades cotidianas.
En contexto
Una encuesta realizada por la consultora argentina
D’Alessio IROL muestra que tres de cada 10 personas evaluarían la posibilidad de utilizar chips como localizador, por miedo al secuestro. Solo la mitad de los encuestados aseguró que se colocaría un chip.
Dispositivo
700 empleados del edificio tecnológico Epicenter, en Suecia, se implantarán chips subdérmicos que
contienen sus datos. En México se usan contra los secuestros.