Ángela Calazacón es la primera mujer chamán de la etnia Tsáchila. Fotos: Juan Carlos Pérez para / EL COMERCIO
Desde hace 500 años, los tsáchilas desarrollaron roles específicos en sus comunas. Los hombres eran cazadores y chamanes; las mujeres realizaban artesanías y eran parteras.
Pero desde hace 50 años la tradición empezó a modificarse y en la actualidad hay 10 mujeres certificadas como chamanes. Para los hombres aún es difícil aceptar este cambio, comentó Ángela Calazacón, de 76 años.
Ella es una de las primeras mujeres tsáchilas en convertirse en chamán. “El destino tenía planeado eso para mí”.
Su padre Rodolfo Calazacón fue uno de los poné (sabio) más reconocidos de la comuna Peripa hace 100 años. Pero su descendencia fue femenina. “Desde el vientre se prepara al niño para poné. Solo los hombres pueden lograrlo”.
Ángela era la última hija y por eso sus padres creyeron que sería un hombre. Así que su madre María Aguavil rezaba cada tarde en el bosque para que su bebé tuviera el don de curar. Al nacer los planes de su padre cambiaron.
Él la preparó para ser asistente de los vegetalistas. Pero con el tiempo, la chamán demostró que tenía el don de curar. Así que Rodolfo Calazacón antes de fallecer le confesó los secretos chamánicos de la nacionalidad.
Desde entonces abrió un consultorio vegetalista, en 1970. Pero al contraer nupcias con Horacio Calazacón dejó de atender. Al fallecer su esposo hace 20 años, ella tuvo que retomar el chamanismo. “Debía mantener a mi familia y lo que mejor sabía hacer era curar a los enfermos”.
Manuel Calazacón, presidente de la Asociación de Vegetalistas Tsáchilas, asegura que fue difícil lograr que las cuatro mujeres, que en la actualidad están asociadas, sean aceptadas. “Estamos en una época diferente.
Las mujeres tienen derecho y si se forman desde pequeñas, al igual que los hombres, deben tener la opción de decidir”.
Pero para el vegetalista Jacinto Calazacón el inconveniente es que en la actualidad los padres ya no preparan a los niños para que ejerzan la medicina ancestral.
“Solo por el hecho de ser mujeres no se les puede permitir que sean ponés. Ellas deben prepararse. Pero ahora eso ya no se hace y los tsáchilas que no conocen los secretos chamánicos tienen consultorios”.
Bolivia Aranzona para no enfrentarse a los comentarios de los chamanes hombres, trabaja junto con su hijo José Calazacón. Ella aprendió de su padre Juan Aranzona y luego le enseñó a su hijo.
En el consultorio, José se encarga de los casos más complicados como el cáncer en la primera etapa. Bolivia trabaja únicamente con las mujeres.
Eso debido a que se dedicó durante 20 años a ser partera. “Tengo conocimiento sobre el aparato reproductivo de la mujer. Sé como medicarlas a través de remedios naturales”, señaló.
Estela Calazacón también es chamán. Ella señala que las 10 mujeres tsáchilas vegetalistas tienen claro que no podrán ascender a ponés porque ellos son líderes espirituales, que al ser adultos mayores llegan a la máxima capacidad de espiritualidad y aprendizaje. “Nosotras somos curanderas. No aspiramos más que curar a las personas que confían en nosotros”, dijo.
Ella recuerda que a los 12 años soñaba con espíritus. Esa fue su motivación para aprender de su padre y hermanos.
Estela Calazacón recorría los bosques para descubrir las plantas curativas. Luego a escondidas preparaba remedios. Cuando su padre se enteró, decidió apoyarla y desde los 19 años atiende a pacientes.
No lo hace dentro de la comuna Peripa, de donde es oriunda. Ella decidió independizarse y su consultorio lo instaló en la vía hacia Quevedo. “Para luchar por los sueños debemos modificar nuestras costumbres”.