Los chamanes aún conservan las tradiciones de los tsáchilas

Manuel Calazacón trata de rescatar las tradiciones nativas que realizaban sus antepasados en los rituales. Foto: Juan Carlos Pérez para EL COMERCIO

Manuel Calazacón trata de rescatar las tradiciones nativas que realizaban sus antepasados en los rituales. Foto: Juan Carlos Pérez para EL COMERCIO

Manuel Calazacón trata de rescatar las tradiciones nativas que realizaban sus antepasados en los rituales. Foto: Juan Carlos Pérez para EL COMERCIO

Las tradiciones chamánicas de la nacionalidad tsáchila han tenido modificaciones. Antes, los consultorios estaban ubicados en la entrada hacia los bosques para proveerse de plantas medicinales y recargarse de las energías que emanan esos remanentes nativos.

En la actualidad, solo los consultorios que pertenecen a los centros turísticos y culturales conservan esa tradición. Los demás, alrededor de 30, están ubicados dentro de las comunas o en los barrios periféricos de Santo Domingo.

Manuel Calazacón, chamán tsáchila, señaló que los consultorios de los poné (chamanes o sabios) se construían bajo tierra con un orificio para que ingrese la luz del sol.

Este diseño les permite captar mejor las energías que provienen del aire, la tierra, el agua y el fuego. Cuando los cuatro elementos se correlacionan, el chamán puede conectarse rápidamente con los dioses de la naturaleza.

A la entrada del consultorio tsáchila (Poné ya) se colocaban piedras en forma de animales salvajes. Esas rocas tenían dos significados. El primero era obtener las energías de esos animales y la segunda como protección ante los espíritus malignos y para ahuyentar las malas energías.

En el centro cultural Museo Etnográfico Tsáchila aún se conservan estas piedras en el consultorio que es utilizado por Augusto y Manuel Calazacón, quienes pertenecieron a la Dinastía del legendario exgobernador y poné Abraham Calazacón.

Ellos han tratado de rescatar las tradiciones que se han perdido desde hace más de 200 años. Una de esas es la conservación del panal del comején, polilla o termita.

Los chamanes solían utilizarlos en sus rituales. Ellos le prendían fuego al panal y el humo ahuyentaba las malas energías e incluso hasta los mosquitos, señaló Manuel Calazacón.

También conservan en la mesa de rituales las piedras originarias de los bosques tsáchilas. Este elemento se usa en las ceremonias y sirven para medir el tipo de energía con la que llega el paciente. Esas rocas negras se frotan por el cuerpo, y si se deslizan fácilmente, quiere decir que la energía es positiva.

Los sabios también realizan el ritual de la ayahuasca con fines curativos. “Antes servía para curar enfermedades. Ahora es un símbolo de distracción en la fiesta Kasama”.

Calazacón lo utiliza para desintoxicar al paciente. También para aliviar las molestias de enfermedades como el párkinson o afecciones nerviosas.

Los visitantes que deciden realizarse ese tratamiento deben vestir de blanco, tener una dieta blanda y disponer de al menos tres horas de tiempo para el ritual, que se inicia con una limpia y baños.

Otra de las tradiciones que se están rescatando en el Museo Etnográfico son los collares de semillas y las pulseras de acero, que solo pueden utilizar los curanderos y que significan poder y protección.

Sin embargo, hay otras tradiciones como las antorchas del árbol copal (tsotsola) que no se han podido rescatar debido a que la planta ya no se da en los bosques. La llama de fuego fue sustituida por las velas.

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