El turismo agrícola se promueve en Cayambe

La visita a las plantaciones de rosas es uno de los principales atractivos que ofrece el Molino San Juan a turistas locales y extranjeros. Foto:  Galo Paguay/ EL COMERCIO.

La visita a las plantaciones de rosas es uno de los principales atractivos que ofrece el Molino San Juan a turistas locales y extranjeros. Foto: Galo Paguay/ EL COMERCIO.

La visita a las plantaciones de rosas es uno de los principales atractivos que ofrece el Molino San Juan a turistas locales y extranjeros. Foto: Galo Paguay/ EL COMERCIO.

El Cayambe es lo primero que se observa desde las habitaciones que, en el pasado, fueron un establo. Los comederos de las vacas y los collarines todavía se mantienen intactos y a estos los acompañan sillones antiguos cubiertos con mantas y chimeneas, que complementan el concepto de “sentirse como en una hacienda”.

Aprovechando su ubicación, cercana al volcán, el Molino San Juan adecuó sus instalaciones para recibir a turistas extranjeros y nacionales. Al pensar en esta zona geográfica es inevitable asociarla con rosas -explica Cristina Carrera, encargada de operaciones y ventas-. Es por eso que, además de estar presentes en los cuadros de los cuartos, promueven el turismo agrícola con paseos a las plantaciones.

A las instalaciones de Art Roses acuden hasta dos grupos de turistas debido a los convenios que tienen con el molino y con el Rancho Manabita. De lunes a sábado los visitantes se adentran en el mundo de las rosas. El paseo se inicia en el cultivo, donde observan los diferentes tallos, colores y cómo quienes trabajan en el lugar realizan todo el proceso de selección.

¿Cómo se transportan? ¿cuánto exportan? y ¿cuál es el precio de cada rosa? son las preguntas que Freddy Cabezas, jefe de posproducción, ya está acostumbrado a responder. También aconseja a los asistentes cómo deben mantener a la rosa en un florero. Lo más importante es buscar un sitio sin mucho calor ni oscuridad para que la flor se sienta más cómoda, retirar el follaje del agua y evitar que el tallo se tapone, explica Cabezas.

Después, el grupo se transporta a la siguiente sala donde se separa a las flores en dos grupos. Dependiendo de la medida de su tallo, pueden evidenciar cómo se determina si son exportables o si se dirigen al mercado nacional. Al ser empacadas y cumplir procesos de seguridad, las flores entran a un cuarto frío, donde permanecen hasta salir a la venta. Al final del recorrido, cada asistente se lleva una flor nacional como recuerdo del paseo.

El turismo agrícola capta la atención sobre todo de extranjeros, que no están acostumbrados a ver tanta variedad de rosas, y de los locales que no son familiares con el proceso, cuenta Cabezas.

Este concepto se une a la experiencia de pasar unas vacaciones relajadas en un ambiente que evoca a las haciendas del siglo XIX. Por eso, los visitantes también pueden aprender a elaborar bizcochos, queso de hoja, yogur y dulce de leche; productos característicos de Cayambe.

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