José María Pujota revisa una de las tomas de agua de la acequia Borja Toma. Foto: Francisco Espinoza/PARA EL COMERCIO y Cortesía Amilcar Morales
Un sendero tapizado de plantas minúsculas conduce hasta los páramos de El Hato, situado en la estribación sur-occidental del nevado Cayambe, en el norte de Pichincha.
Por este trayecto, que abrieron con picos y palas vecinos de cinco comunas del Pueblo Kayambi, ha transitado decenas de veces Carlos Farinango.
Este campesino lleva la mitad de sus 50 años en tareas de conservación de esta zona de 3 760 hectáreas. Farinango fue el primer dirigente del Comité de Páramos El Hato.
La organización, que fue creada en 1994, busca garantizar el líquido a las parcialidades de Hato Chaupiloma, Hato Pucará, Hato San José, Espiga de Oro y El Verde, situadas en la parte baja de la montaña.
A medida que se asciende el frío y el viento se tornan más intensos, mientras las últimas parcelas agrícolas ceden el paso a un paisaje de pajonales.
Al fondo el volcán Cayambe se esconde tras un manto de nubes intensamente blancas. Farinango recuerda que el líquido empezó a escasear, hace 22 años. De los 100 litros por segundo que tenían en concesión se reducían a 25 en la época de estiaje.
Comenta que una de las razonas era que los comuneros empleaban los páramos como pastizales para el pastoreo de ganado bovino.
También aprovechaban los recursos forestales como materiales de construcción y de leña para sus hogares.
Sin embargo, se dieron cuenta que estaban destruyendo el páramo, que funciona como una esponja natural para capturar la humedad ambiental.
Ese fue el primer paso para aplicar el plan de manejo, que entre otras cosas frenaba las amenazas contra la naturaleza y propiciaba la regeneración de la vegetación endémica.
“Desde hace más de una década no hemos tenido incendios forestales, explica con orgullo Amílcar Morales. Este kichwa kayambi, de 38 años, dirige la Corporación de Organizaciones Campesinas e Indígenas de Juan Montalvo, que actualmente está cargo del cuidado de El Hato.
Una de las razones es que los 3 800 habitantes de las cinco parcialidades kichwas son los responsables del buen estado del páramo, pues no tienen guardabosques.
Por ahora, los comuneros realizan periódicamente los aforos a los caudales de agua. Equipados con un tubo de PVC, un balde y un cronómetro tomaron en una cota, conocida como Clemente Chaca, el líquido para su medición.
Los labriegos se alegraron al comprobar que el caudal de agua aumentó de 25 a 26 l/s, hace 12 días. Ésta es una de las cuatro vertientes que aseguran el liquido para actividades agropecuarias y comunidades de la parroquia Juan Montalvo.
Es una suerte de recompensa que ofrece la naturaleza por su cuidado. Para Carlos Farinango esta experiencia, incluso, le ha permitido dictar conferencias en el extranjero. Durante un mes recorrió ocho ciudades de España dando cátedra de cómo hay que cuidar las fuentes de agua.
Como anécdota recuerda extrañó el maíz, el arroz y el fideo, de su dieta habitual, frente a los exóticos platos de mariscos que le ofrecían.
Ya de vuelta a casa retomó su trabajo, entre el que está los recorridos verificando el buen estado de las vertientes. El Hato es la primera experiencia de cuidado de páramos a escala nacional, asegura Luis Chicaiza, del Instituto de Ecología y Desarrollo de las Comunidades Andinas (Iedeca).
Recuerda que se hizo énfasis en potencializar la producción en la parte baja, para que la frontera agrícola no carcoma los páramos.
La práctica tuvo éxito que se comenzó a replicar en páramos vecinos como los de Cangahua, Monjas- Huacho Huacho, Sayaro, Pisambilla, Gualimburo, Santo Domingo 1 y 2.
También en Paquiestancia, Kariaku, Pesillo, La Chimba, Cousin, González Suárez, que están dentro del territorio ancestral Kayambi.
Según los dirigentes, tienen alrededor de 90 000 hectáreas bajo su cuidado. Augustín Cachipuendo, presidente de este pueblo, explica que cuentan con un plan territorial de manejo de páramos, que fue elaborado de forma comunitaria. En este marco también han desarrollado el Foro de Agua para resolver conflictos en torno al liquido, tierra y páramos.