La Casa de la Cultura sumó a escritores y artistas indígenas

Vicente Chato  recoge la historia  del levantamiento.

Vicente Chato recoge la historia del levantamiento.

Vicente Chato recoge la historia del levantamiento. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO

La Casa de la Cultura de Tungurahua abrió sus puertas a los artistas y escritores de los pueblos tradicionales Salasaka, Chibuleo, Tomabela y Quisapincha. Escritores, pintores y músicos aportan en este proceso de interculturalidad.

Al menos 12 de los 250 miembros de esta entidad forman parte de estas comunidades. El proceso se inició, hace cinco años, a cargo del expresidente Germán Calvache, que decidió incluir a la que denominó como ‘Casa Grande’ a gente del arte, la pintura, la música y la cultura andina.

Vicente Chato es un estudioso del pueblo de Ambatillo Alto. Viste un pantalón y camisa blancas, y un poncho rojo. Hace más de 25 años ha trabajado en la recopilación de los cuentos, los mitos y las leyendas de su pueblo, ubicado en la parte alta de Ambato.

También tiene escritos sobre la interpretación de los sueños y de las fiestas ancestrales en el mundo andino. Ahora prepara las memorias del levantamiento de 1990, en la provincia.

Chato cuenta que el 2 de junio de 1990 inició con el levantamiento al que denomina ‘Terremoto social’. “Esta gesta histórica es importante para el pueblo indígena, porque del 2 al 7 de junio logramos que nuestros derechos sean reconocidos a escala nacional. Es poco lo que se ha contado y trato de recuperarlo a través de mi relato”. Chato titulará a su obra ‘El glorioso levantamiento de Tungurahua de junio de 1990’. En las 110 páginas del libro, recoge el testimonio de lo ocurrido en esa fecha.

“Incorporarnos como miembros a la Casa de la Cultura de Tungurahua es un avance para los pueblos, con el objetivo que la gente conozca nuestra obra cultural”.

El actual director de la Casa de la Cultura de Tungurahua, Fernando Cerón, explica que, al integrarlos, se los legitima como trabajadores del arte y de la cultura. Puso como ejemplos los casos de Franklin Caballero, director del Museo Salasaka. “Es un proyecto interesante porque se conoce de cerca la historia de este pueblo ubicado en la vía Ambato-Baños”, dijo Cerón.

Caballero, quien también es presidente de la extensión de la Casa de la Cultura de Tungurahua, sostiene que esta integración y reconocimiento es un cambio muy positivo porque ayuda a que estos pueblos desarrollen sus actividades culturales que estuvieron invisibilizadas.

En el Museo Salasaka se cuenta la historia del pueblo, su arquitectura, los textiles y las fiestas ancestrales. “Todavía hace falta trabajar más -dice Caballero- para incluir a todos los actores culturales. Uno de los problemas es la falta de recursos económicos”.

Otro de los investigadores es José Lligalo, quien hizo una recopilación de la memoria a través de los cuentos, leyendas y mitos del pueblo Chibuleo y Raymy Quiliquinga, que se ha dedicado a la investigación de la cultura Salasaka. El trabajo de este investigador está enfocado en el rescate de la música, los tejidos y las prácticas de esa comunidad indígena.

Cerón dice que ahora el artista y escritor indígena tiene su voz en la toma de decisiones de las políticas culturales y destaca que un indígena es presidente de la extensión Salasaka de la Casa de la Cultura. “Se dio un primer paso, que fue integrar al quehacer de la institución a este sector de la sociedad que fue relegado por mucho tiempo. Ahora hay más voces que tienen espacio en la Casa de la Cultura de Tungurahua”.

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