La obra ‘Anina’, durante su exhibición en la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Foto: Paúl Rivas / EL COMERCIO
En 13 años de trabajo, el Chulpicine ha pasado de ser un festival de cine que se proyectaba únicamente en Pichincha, a ser una muestra audiovisual itinerante que este año recorrerá 11 provincias del Ecuador con 61 películas de ocho países y cerca de 60 funciones.
Sin embargo, este cambio es el resultado de un proceso que ha atravesado tres etapas. En sus orígenes, el Chulpicine se gestionó sobre la base del apoyo voluntario. Su fundadora, Francisca Romero, se planteó la idea de hacer un festival de cine que tome distancia con la oferta masiva y comercial y que empiece a movilizarse hacia aquellos lugares sin acceso a este tipo de experiencias. Fue así como el cine independiente empezó a introducirse en los barrios y parroquias rurales como una ventana a través de la cual se exploraban otras realidades desde distintas perspectivas.
Una segunda etapa se iniciaría dos años después del primer festival, cuando junto con la oferta alternativa surgió la necesidad de reforzar el componente educativo y de producción. Freddy Sarzosa, relacionista público de la fundación, recuerda que así se dieron los primeros talleres de capacitación cinematográfica para niños y el cine-foro se convirtió en otro de los elementos distintivos del festival, como una estrategia para la formación de nuevos públicos.
Pero el debate formal es una herramienta que se agota como recurso educativo y didáctico. Por eso, Sarzosa explica que cada festival requiere de un minucioso proceso de selección en el que se analizan componentes educativos, ideológicos, argumentales, artísticos y técnicos de cada cinta.
Este año, por ejemplo, se expondrán en la pantalla el gran retoque artístico en la animación de ‘Anina’ (Alfredo Soderguit), el pulido guión de ‘Metegol’ (Juan José Campanella), la riqueza cultural de ‘Piratas del Callao’ (Eduardo Schuldt) o la técnica de ‘Cuentos de la noche’ (Michel Ocelot).
Imágenes, historias, personajes, subtextos que son aprovechados para generar un intercambio de ideas que aporten a una lectura más dinámica y profunda del audiovisual y que es parte de una nueva etapa en la que la experiencia del cine familiar se revaloriza desde el entretenimiento, la educación pero también desde la reflexión y la imaginación.
En esta etapa, Vanessa Vergara toma la posta como directora de la fundación y del festival. Y es así como en los últimos cuatro años Chulpicine ha producido dos audiovisuales realizados por niños y jóvenes con temas sobre derechos y género. El primer trabajo tuvo una mención especial en el festival español Ojo Cojo y la otra apenas se finalizó el año pasado como un documental sobre la prevención y erradicación del trabajo infantil.
Son procesos que se nutren de la experiencia y que crecen con la participación que se refleja en otra de las actividades que ya son marca distintiva del festival: el jurado infantil que este año también tendrá que escoger el mejor corto y la mejor cinta de la temporada.