Bolívar: 9 000 campesinos cuidan un bosque
Desde la cima del bosque se puede observar el subtrópico de Bolívar. Foto: Glenda Giacometti/ EL COMERCIO.
Unos 9 000 campesinos del Cabildo Matiaví Salinas se consideran los guardianes del bosque protector Peña Blanca, ubicado al noroccidente de la parroquia Salinas en la ciudad de Guaranda.
Los indígenas viven en las comunidades de San Vicente, Mercedes de Pumín, Piscoquero, Los Arrayanes, Chaupi, Gramalote, La Palma. Además en: Lanzaurco, Matiaví Bajo, Monoloma, Chazojuan, Guarumal y Cañitas. Estas comunas se encuentran en los alrededores del área protegida.
Para arribar a la reserva natural de 726 hectáreas se debe viajar dos horas en vehículo desde el centro parroquial. El camino es de tierra y piedras. Por las tres comunidades que están en el ingreso y por donde se debe atravesar hay improvisados retenes.
Los indígenas hacen una pausa a sus actividades agrícolas y ganaderas para observar el paso del vehículo. El vicepresidente del Cabildo, José Toalombo, explica que los comuneros se comunican con sus compañeros de Tigreurco, Copalpamba, Calvario, Mulidiahuan, ubicadas en la zona subtropical, para indicar el paso del automotor por su zona.
El dirigente justifica esta medida de prevención con el fin de que no ingresen a talar los árboles o sacar los animales de la zona. Una de las razones es porque el bosque les provee de abundante agua.
“En esta zona de la Sierra y del subtrópico llueve los 12 meses del año. Esto nos favorece porque hay neblina y los vientos la empujan hacia el lado del volcán Chimborazo, donde hay pajonales y almohadillas que logran captar el agua”, asegura Toalombo.
Según los dirigentes indígenas, recorrer el bosque Peña Blanca les tomaría una semana. El terreno escarpado y con barrancos en algunas zonas sirve de refugio para la fauna y flora local.
En la espesa vegetación se puede encontrar especies herbáceas como los helechos arbóreos y licopodios. Las plantas epifitas, que son las que crecen en los troncos y ramas de los árboles para recibir los rayos del sol, como las bromelias y orquídeas, abundan en el bosque protector.
La mayoría de las plantas epifitas crecen en las ramas de los árboles de arrayán, cedro, malva, nogal, canelo, guarumo, cascarilla y el suro. Estos árboles dominan las alturas del bosque entre 15 y 25 metros.
Para Raúl Infante, presidente del Cabildo de Matiaví Salinas, la biodiversidad del bosque es innumerable en fauna y flora. El directivo indica que en la zona hay una diversidad de aves entre los que se destacan los loros, pavas, garrapatero, paloma y el gallo de la peña.
Hay mamíferos como el armadillo, ardilla, conejo, cusumbos y zorros. Infante indica que en el interior del bosque se puede encontrar la culebra equis y coral.
“Nuestro bosque posee un gran recurso natural compuesto por cascadas y ríos. Acá no se puede invadir o adentrarse sin la autorización de los dirigentes. También hay que pedir permiso a la montaña para ingresar porque la neblina la envuelve y es imposible observar por lo espesa que es”, asegura Infante.
El bosque también es promocionado por los guías naturalistas del Centro de Turismo Comunitario Salinas. Los 16 jóvenes promueven caminatas, cabalgatas y ciclismo por un sendero utilizado por los campesinos desde la zona del subtrópico a los páramos de Salinas.
En el trayecto, los deportistas pueden divisar la denominada Loma del Muerto y las regiones más bajas del subtrópico. Al final pueden compartir en la comunidad de Chazo Juan y Río Verde. La laguna Río Verde es uno de los atractivos que ofrecen los comuneros.
“Las actividades deportivas se hacen sin dañar el ecosistema y salirse del camino establecido”, indica Frank Toapanta.
El bosque protector debe su nombre a una gran roca o peña blanquecina. Está constituida por el Acuerdo Ministerial Nº 23 del 22 de septiembre de 1988 amparado en el artículo 12 del Reglamento General de Aplicación de Ley Forestal y de Conservación de Áreas Naturales y Vida Silvestre.
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