La súbita muerte de Stieg Larsson no permitió conocer más de un genio del ‘thriller’, pero, sobre todo, de un defensor de los derechos fundamentales. El escritor sueco (1954-2004) pasó a la posteridad a finales de la década anterior por una trilogía alucinante: ‘Millenium’.
Esta columna intenta ser un tributo al Larsson periodista, al que con sus investigaciones denunciaba a grupos de neonazis y de extrema derecha, que intentaban determinar la existencia de las personas por su color de ojos y piel.
El protagonista de la trilogía (Mikael Blomkvist) es casi un reflejo de la vida real de Larsson. Aquel thriller no se puede separar de su compromiso con la lucha contra el antisemitismo. Y, para ello, el escritor tenía su búnker en la redacción de la revista Expo. Algunos de los textos que allí publicó a lo largo de 10 años han sido recogidos en el libro ‘La voz y la furia’ (2012).
Mejor título, imposible. ‘La voz y la furia’ es leer a un periodista comprometido. Es la evidencia de que las letras se pueden constituir en eficaces armas para denunciar y buscar una mejor sociedad.
Pese a las lecciones que dejó el Holocausto, en la Europa de los 90 (e incluso en la actual) era común el surgimiento de grupos y partidos neonazis. Desde las páginas de su revista, Larsson empezó a reflexionar sobre la naturaleza del ser humano y a recordar aquellas masacres para que no se volvieran a repetir. Denunciar esos excesos y la intolerancia -que a la postre se transforma en crueldad y tortura- era la misión de Stieg Larsson. Pero la muerte le llegó repentina, de un ataque al corazón, antes de saber que su trilogía estaría entre las más leídas de la historia.