La obra abre con una presentación de cabaret jazz, coreografía de Kimberly Medina. Foto: María Isabel Valarezo / EL COMERCIO
Plumas, brillos, colores, lencería vistosa, trajes que resaltan el cuerpo femenino y un ambiente retro se vivió este fin de semana con las presentaciones de ‘Sublime Lilith Noir’, una noche de burlesque a cargo de Flamboyant Danza Estudio.
Los acordes de Be Italian, tema de la banda sonora de ‘Nine’, sonaron y el cabaret jazz no se hizo esperar dando paso al primer número de la noche. Tres bailarines salieron a escena. Con caminatas marcadas, la coquetería de las dos mujeres no se dirigía únicamente hacia el único hombre en la coreografía, sino también al público.
Piernas que se elevaban por el aire y torsos que se arrastraban por el suelo fueron solo el abreboca de una noche plagada de bailes seductores.
La palabra burlesque se refiere al estilo de arte que nació en 1800, como un entretenimiento teatral humorístico. “Lo que se quería era, a través de la sátira, hablar de los temas sociales y políticos del momento”, cuenta Sheila Robalino, directora y coreógrafa del estudio de danza Flamboyant.
Al escuchar el término burlesque vienen a la mente escenas de ‘Moulin Rouge’, ‘Chicago’ o ‘Cabaret’; todas cintas con coreografías que exaltan la sensualidad femenina, poca ropa, mucha energía y siempre con una declaración de liberación del cuerpo de la mujer.
Volver a esta época fue una decisión para crear artistas interdisciplinarios, explica Robalino: “Escogí el neo burlesque porque puedes fusionar varias artes, no solo la danza, también utilizas el teatro y la comedia”.
En las piezas de charleston -uno de los géneros más representativos del burlesque- se pudo ver la despreocupación, frivolidad, improvisación y energía que intervinieron en una danza de nueve mujeres, que trasladaron la estética vintage al escenario.
La estética vintage se reflejó en maquillaje y accesorios. Foto: María Isabel Valarezo / EL COMERCIO
La obra completa conjugó bailes como el tap, en el cual se manifestó una necesidad de transgresión a la norma, con bailarinas en trajes masculinos; y el ‘urban heels’, una coreografía representada por dos mujeres que asumieron la actitud del rap y la seducción del burlesque.
El baile, además de risas, plantea una búsqueda de contenido. Sara Rojas, alumna de Flamboyant, vio aquí un espacio para compartir música, estética, historia, maquillaje y ropa. Al aprender a bailar, dice Rojas, “entras en una necesidad creativa de investigar y te instruyes sobre la época”.