Bolívar: Cashca-Totoras es una cuna vegetal

El bosque protector tiene una riqueza de flora y fauna. Fotos: Ángel Barona para EL COMERCIO

El bosque protector tiene una riqueza de flora y fauna. Fotos: Ángel Barona para EL COMERCIO

El bosque protector tiene una riqueza de flora y fauna. Foto: Ángel Barona para EL COMERCIO

Una espesa hojarasca impide pisar en tierra firme en el inmenso bosque protector Cashca-Totoras. Se asemeja a un suave colchón donde silenciosamente crece una infinidad de especies entre insectos, anfibios y demás.

Esta reserva se localiza a siete kilómetros de la parroquia Santiago, del cantón San Miguel, en la provincia de Bolívar. Por su abundancia en frutos silvestres y flores, este es uno de los reductos de los osos de anteojos, conejos, colibríes. Además, pumas, guatusas de monte, marsupiales, venados de cerro, ardillas, murciélagos, zorros y plantas medicinales recorren sus 6 537 hectáreas que se reparten entre las provincias de Bolívar y de Chimborazo.

El inmenso bosque húmedo se extiende desde Cebada Pamba, en Bolívar, hasta la comunidad Ambrosio Lasso, en Chimborazo, atravesando las estribaciones de la cordillera central de los Andes, en la cuenca del río Cañi, entre los 3 000 y 4 000 metros sobre el nivel del mar.

Este sitio, la mayoría de los meses del año, permanece nublado. Hay copiosas lluvias que alimentan a pequeños riachuelos que, kilómetros más abajo, son utilizados para­ el riego por comunidades campesinas e indígenas como Santa Rosa de Totoras, Cebada Pamba y otras. Es la mayor reserva de agua con que cuenta esta zona, hasta donde se llega­ en un vehículo todoterreno.

Foto: Ángel Barona para EL COMERCIO

Caminar en este lugar no es fácil; a cada paso las botas se hunden 15 centímetros. Manuel Aranda, habitante y guía del sector, ha recorrido por varias ocasiones este lugar, de un contraste que se traduce en un mosaico de paisajes y hábitats naturales para las ranas y el escarabajo gigante.

La espesa vegetación hace que el caminar sea lento. Con un machete se abre paso entre las lianas, guaycundos, orquídeas y del árbol emblemático de la zona, el cashca (madera dura), del cual toma el nombre del bosque protector Cashca-Totoras, declarado así en diciembre de 1998.

Los grandes y frondosos árboles tienen entre 300 y 400 años. Sin embargo, se corre el riesgo de que las familias propietarias de este espacio dejen de protegerlo. “El Ministerio del Ambiente debe ayudarnos para conservar el lugar que guarda una riqueza en flora y fauna descubierta por el biólogo Luis Aurelio Coloma”, cuenta Aranda.

En el trayecto, Felipe Lema, experto de la montaña, cuenta que el bosque es el refugio de un importante número de especies amenazadas. Entre estas cita algunas, como lobo de páramo, venado, colibríes, oso de anteojos…

Foto: Ángel Barona para EL COMERCIO

Mientras se sumergen en este espacio verde, Lema muestra una variedad de plantas nativas y medicinales, como la maigua (planta con propiedades curativas) y el galicon, un árbol que da frutos similares a la uva pero más grandes y del cual se alimentan los osos.

Durante el recorrido se pueden conocer las bromelias y el arrayán. Además, está la calahuala, que los lugareños usan en el tratamiento de la artritis, y los huicundos, que crecen colgando de las ramas de los árboles. Lema cuenta que las ranas depositan sus huevos ahí porque las hojas guardan el agua, como una especie de fuente. “Nunca se seca y es un lugar seguro ante los depredadores, por eso abundan varias especies de ranas y sapos en esta inmensa alfombra verde”.

También, el punín y la cascarilla son otras de las especies que abundan en este bosque. “Por eso el bosque protector, junto al Pasochoa, son los últimos refugios de vida silvestre en el interior del callejón interandino del país”, explica el hombre de 55 años.

Mientras camina por el frondoso bosque, el trinar de las aves se convierte en una sinfonía. Hay lechuzas y otras especies que salen especialmente en la noche. Por la riqueza que guarda, una de las propuestas de los comuneros es que sea parte de un plan de turismo comunitario donde investigadores y visitantes lo recorran.

La idea es que cuenten con ingresos económicos para que los comuneros de Santa Rosa de Totoras, Cebada Pamba y Ambrosio Lasso puedan financiar parte de los gastos familiares y comunitarios.

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