Las bibliotecas del Ecuador se evalúan hasta el 2016
La Biblioteca de la Flacso cuenta con 52 000 libros especializados en ciencias sociales. Foto: Vicente Costales/ EL COMERCIO
En el Ecuador, la celebración del Día Mundial del Libro está matizada por el poco interés que las personas tienen hacia la lectura. Según una encuesta del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) publicado en 2012, el 27% de ecuatorianos no tiene el hábito de leer.
De las personas que leen, según esta encuesta, solo el 0,3% lo hace en una biblioteca.
Antes de la desaparición del Sistema Nacional de Bibliotecas (Sinab) el país contaba con 987 bibliotecas públicas. Este año no suman más de 700.
Para Eduardo Puente, presidente de la Asociación Ecuatoriana de Bibliotecarios, desde la desaparición del Sinab la situación de las bibliotecas públicas ha empeorado.
“En su gran mayoría tienen colecciones desactualizadas y las personas que están al frente de las bibliotecas no tienen la formación adecuada por falta de oferta académica”.
Fabián Luzuriaga, presidente de la Cámara Ecuatoriana del Libro, agrega que en el último año se ha vivido un retroceso en este ámbito por falta de políticas claras desde el Estado.
Por su parte, Sara Bolaños, directora Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura, señala que desde el 2014 se trabaja en un proceso de evaluación de las bibliotecas públicas, que terminará en el 2016. “Esto nos permitirá generar un proceso de certificación para categorizar de forma adecuada a todas ellas”.
Las bibliotecas públicas y privadas viven una ruptura de los cánones tradicionales de su organización. Este es el criterio de Carlos Paladines, exdirector de la Biblioteca Nacional Eugenio Espejo. “Las nuevas tecnologías, la digitalización de documentos y el acceso a Internet rompen con el antiguo sistema de una biblioteca”.
Este experto en educación está convencido de que en la actualidad no es tan importante que la gente acuda a las bibliotecas sino que acceda a los archivos digitalizados. “Sería perfecto si un investigador que está en Japón puede encontrar toda la obra de Eugenio Espejo en el archivo digital de una biblioteca pública del Ecuador”.
Sin embargo, a criterio de Paladines sí se debería revisar la infraestructura de las bibliotecas públicas. “La Biblioteca Nacional Eugenio Espejo no responde al uso de un centro de documentación. El país -dice- no cuenta con un edificio adecuado para la conservación del patrimonio editorial del país”.
Para Paladines, sería importante conseguir que en el edificio de la Biblioteca Nacional esté toda la producción de libros nacionales y lo que se produzca en el exterior que hable del país. A estas producciones se deberían sumar -dice- las tesis de maestría que los estudiantes ecuatorianos están generando en el extranjero.
En el Ecuador, la biblioteca de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) es un buen ejemplo de cómo las bibliotecas se pueden adaptar a las necesidades de los usuarios.
Las bibliotecas universitarias según Puente han mejorado, porque se convirtieron en una de las prioridades dentro de los procesos de acreditación.
En la actualidad, la biblioteca de la Flacso cuenta con 52 000 libros especializados en ciencias sociales y un edificio de siete pisos y tres subsuelos.
Desde el cierre del Sinab, las bibliotecas escolares también entraron en un proceso de evaluación. Sara Andrade, directora de Mejoramiento Pedagógico del Ministerio de Educación, explica que las 917 bibliotecas que están dentro de esta red tienen como objetivo abrirse al uso de la comunidad.
La Biblioteca Pablo Palacio es el lugar donde el Ministerio está validando las nuevas metodologías de gestión cultural.
Uno de los problemas en este sector es la falta de profesionales especializados en el manejo de bibliotecas. En este sentido, Sara Bolaños agrega que desde el Ministerio se tiene un proyecto para crear una carrera de pregrado y otra de posgrado para bibliotecarios.
La idea de esta propuesta -indica- es que los profesionales no solo manejen fondos de lectura sino que se involucren en temas de gestión cultural.
Uno de los ejemplos de buena gestión cultural es el trabajo que se realiza en Bibliorecreo. Una biblioteca privada que funciona, desde el 2014, en el parqueadero del Centro Comercial El Recreo.
Este proyecto se ha convertido en una de las iniciativas que más lectores ha logrado reunir en la capital en el último año.
Con una dotación de 6 000 libros, este pequeño espacio, que funciona en un antiguo bus donado por la Casa de la Cultura, tiene cerca de 2 000 miembros activos en menos de un año.
Cada mes, esta biblioteca privada organiza charlas abiertas al público con escritores ecuatorianos. Hasta este espacio han llegado referentes de la literatura ecuatoriana como Javier Vásconez, Gabriela Alemán o Adolfo Macías Huerta.
Adriano Valarezo, su bibliotecario, sostiene que a través de Bibliorecreo se demostró que la gente no solo del sur de Quito sino de toda la ciudad está interesada en la lectura y la investigación. Lo que falta, según Valarezo, es encontrar formas creativas de convocarlos.
Paladines dice que las bibliotecas públicas deberían ser lugares que dinamicen la lectura, pero que además cubran las necesidades de investigación de los usuarios más jóvenes.