Barbecho, una fusión de danza y teatro que cuenta la vida de los ‘hombres-chancho’

Barbecho

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En el Teatro México se presentó la obra Barbecho, una fusión de teatro y danza. Foto: Galo Paguay/EL COMERCIO

Una mujer vestida con una gabardina beige llena un pequeño balde con tierra. La tierra la obtiene de un pequeño montículo que cubre la cabeza de un hombre que se mantiene boca abajo ataviado con una gabardina similar a la de ella. Los dos están rodeados de decenas de pequeñas montañas de tierra que han sido colocadas con extrema meticulosidad en el escenario.

Ese es el paisaje inicial de ‘Barbecho’, la obra dirigida por el español Natxo Montero que brindará su última función hoy, 18 de septiembre del 2015, a las 11:30 en el Teatro México. En medio de esta atmósfera terrosa los personajes empiezan a danzar con sus rostros cubiertos por unas máscaras de chancho.

Estos hombres-chancho disfrutan de ese estado de relajación que les da el barbecho. Pasean en monopatín, juegan a la rayuela y se revuelcan en la tierra cual chanchos en lodo. Sin embargo, cada vez que escuchan la música de Vivaldi o de Bach se activa un chip interno que les obliga a repetir una misma coreografía. Una sucesión de movimientos que los lleva al hastío.

En el segunda parte de la obra, Montero y Laia Cabrera muestran su parte más histriónica. Confundidos en medio del público observan la obra ‘Barbecho’, la pieza de arte contemporáneo en la que se había convertido el lugar donde los hombres-chanchos jugaban y danzaban.

Aquí Montero ironiza con sutileza a las obras de arte contemporáneo. Aquel caos lleno de tierra que habían dejado los hombres-chancho se convierte en una pieza de reflexión filosófica totalmente descabellada. Donde solo había surcos de tierra la comisaria de la obra ve expresiones de represión emocional y donde solo había ropa tirada al azar, ella veía una preocupación profunda por la estética.

En la parte final de ‘Barbecho’ Montero y Cabrera se interpretan a sí mismos. Despojados de sus máscaras de chancho recrean los pasos de su coreografía. Montero olvida los movimientos y Cabrera le recrimina. En medio del silencio y de las partículas de tierra flotando en el escenario ellos caminan sobre la tierra abriendo surcos imaginarios, su tiempo del barbecho había terminado.

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