Banderas, banderines, pósteres, llaveros, medallas y hasta ropa interior de su equipo de fútbol favorito. Son la lista de objetos que colecciona Paulina Martínez, de 28 años. La diseñadora gráfica vibra cuando habla de la Liga de Quito. “Soy hincha de toda la vida, desde que nací”, exclama, mientras sostiene en sus manos unas fotos en las que una bebé viste una camiseta con el lagarto de la ‘U’.
La mujer de ojos verdes y cabello rubio relata que su abuelo Nicolás la llevaba al estadio con su padre. Ella, la niña de la foto, era hija única y aprendió a “sentir el frenesí de la barra alba”, dice el abuelo, de pelo cano, sentado sobre un sillón frente al televisor, en su casa del barrio La Granja, en la parroquia Tumbaco de Quito.
La familia comparte la pasión por el equipo. El que no está del todo de acuerdo es Marcelo, su esposo. Ellos llevan tres años de casados. Pero la afición que siente Paulina les causa problemas a diario. Marcelo frunce el ceño y menciona las cosas que le molestan. “Quiere ir a todos los partidos, tiene decenas de camisetas y se cola en los camerinos para saludar a los jugadores”. Afirma que cuando eran novios este hecho no lo molestaba.
Pese a esto confiesa que la ama y las discusiones que tienen a causa de su afición al balompié son breves pero intensos.
Un caso similar es el de Felipe Salazar, un ingeniero ambiental de 30 años. Aunque tiene solo tres meses de casado no puede dejar su casa los lunes, miércoles y viernes en las noches.
Él acude a una cancha de indorfútbol de 20:00 a 22:00. Su esposa, Julia, conocía esa costumbre, cuando eran novios, pero no creyó que la mantendría luego de casados. “Él es perfecto, un hombre grandioso, por eso me casé con él. Su único defecto es que le gusta el fútbol, dice, mientras se toca la sien con las manos y se lamenta.
Cómo convivir con un apasionado del balompié
“Cuando conocí a Esteban supe que le encantaba el deporte”, confiesa Patricia Rojas, de 40 años, con la mirada fijada en él.
“Se pasaba los domingos en el fútbol, veía algunos partidos en la ‘tele’. Pero entre semana nos veíamos sin problema”. Ella cuenta que terminó su carrera de enfermera y empezó a trabajar. Patricia no siempre pudo elegir sus horarios. Al cabo de los años, Esteban decidió emplear más tiempo en el fútbol y menos tiempo en su matrimonio. Actualmente, se entrena dos veces por semana a un equipo de niños, juega con su equipo los domingos y no puede dejar de ver un partido en la TV con sus amigos. Y, desde que contrataron televisión pagada, las ocasiones de ver cualquier partido se multiplicaron. Patricia dice que está colgado del fútbol las 24 horas del día. “Yo parece que no existo”, se queja. La mujer, delgada y de cabello lacio, cree que podría no volver una noche y su esposo ni se enteraría. Dice que ya no hacen nada juntos. Ella tiene la impresión de que a Esteban no le gusta estar en casa. “Salvo cuando la televisión está encendida”. Ahora ellos no hacen más que discutir. “El ambiente es siempre tenso y ya ni hacemos el amor”, explica ella con la mirada perdida. Patricia buscó ayuda. Esta conversación la tuvieron frente al terapeuta familiar Pablo Galván. En su consultorio ubicado en la calle Alemania, en el norte de Quito, el médico dice que al escuchar el testimonio de la mujer sabe que tiene en cuenta las necesidades de Esteban. En las paredes blancas del lugar está fijado un título en marco café. Ahí se puede leer “especialista en terapia familiar sistémica”.
“El problema no es su pasión, es que no hay más que eso en su vida”. Patricia presta mucha atención a Esteban, lo cual revela su dedicación, inteligencia y amor”.
Esteban se defendió. “Ella no entiende que el fútbol es mi afición y por eso tenemos bronca”, responde este ejecutivo contador.
Él, alto y de contextura gruesa, señala que no le reclama por su trabajo de enfermera y las guardias que hace en las noches, mientras se queda solo en casa.
“Sé que le gusta su profesión, así que no le digo nada, aun cuando sus horarios no coincidan con los míos”. Pero aclara que Patricia no puede pretender que le esté esperando en casa mientras trabaja.
Además, afirma que desde que empezó con las guardias de fines de semana se involucró más en el deporte. “Creo que he encontrado un equilibrio con el fútbol”.
Él dice que no hay forma de que renuncie a sus partidos en la ‘tele ’ o al entrenamiento de los fines de semana. La terapeuta familiar les recomienda llegar a un acuerdo.
“Es necesario que Esteban tenga espacio para sí mismo, pero que también le dé espacio a su esposa”, señala. Mientras, los invita a dialogar y no cerrarse frente a las aficiones de cada uno. “Reserven un espacio del día para estar juntos, ambos cedan y ambos ganan”.
Cuando el balón causa ruptura y divorcios
Carla Garzón, de 41 años, cuenta, con un tabaco humeante entre los dedos, que el fútbol fue la causa de su divorcio. Ella estuvo casada durante 15 años con Édison Negrete. Un hincha “a muerte” de El Nacional. “Él adoraba el fútbol y este supuesto deporte siempre lo llevaba al licor”.
La licenciada de pelo corto y contextura gruesa dice que cuando eran enamorados no detectó esto en Édison. Luego tuvimos tres hijas mujeres. Él se frustró porque quería hijos varones. “No sé si para formar un equipo de fútbol”, cuenta mientras deja caer la colilla de su tabaco. Carla cuenta que al principio le acompañaba a los partidos. Y al estadio cuando jugaba su equipo favorito, el Barcelona. Incluso, relata, viajábamos a Guayaquil a los partidos “del ídolo del Astillero”. Pero su relación se fue desgastando . Dice que gastaban mucho dinero en los viajes y entradas a los estadios.
“La situación se hizo insostenible”. Ellos se separaron durante un año. Luego Édison regresó a la casa. Prometió que iba a cambiar, relata la mujer. Pero esto coincidió con el inicio del Campeonato Nacional. Fue entonces cuando decidió pedir el divorcio a través de un abogado. Su separación se formalizó. Pese a esto dice que el fútbol le parece una actividad positiva si el gusto por este deporte no es extremo.
Los consejos
Evite pensamientos como : “Si llega tarde a casa es porque no le importo”, “Si prefiere ver el fútbol que cenar conmigo es que ya no se interesa por mí”… Piense en lo que los une y no en las actitudes que los separan.
Escuchar al otro es esencial cuando se quiere salir de una crisis. Los reproches sólo le traerán más problemas. Busque soluciones.
Respete el espacio de cada uno. Es perfectamente normal querer hacer cosas por separado. Estar juntos todos los días a todas horas no les permite crecer ni avanzar individualmente. La pareja también necesita tener su espacio para que la relación se enriquezca.
Encontrar el equilibrio entre lo personal, lo profesional y lo conyugal. Es esencial encontrar un equilibrio entre estos tres campos. Es necesario que haya intereses comunes o momentos sólo para los dos, para que la esfera conyugal esté en armonía. Lleguen a un acuerdo en el que los dos ganen y tengan un tiempo para sí.
Puntos de vista
Silvia Pabón. Terapeuta familiar
‘Hay que negociar los tiempos’
Hay que preguntarse qué significa el deporte en la vida de las personas. Muchas veces suele ser un distractor para no asumir responsabilidades o problemas en la familia y la pareja.
Todo ser humano busca un espacio para sí mismo, pero cuando se tiene familia es necesario clarificar qué espacios se van a compartir. Hay que hablar de estas situaciones para que no generen incomodidad y no lleguen los conflictos en las relaciones de pareja. Se debe mediar en la relación. Si a la mujer le gusta el fútbol, este no se torna como un problema, pero si no, hay que reconocer que cada uno necesita su propio espacio para desarrollarse individualmente. Es mejor negociar. “Si ya te vas el sábado al fútbol, ¿será que el domingo podemos hacer algo en familia?”.Es imprescindible negociar . Darle un espacio para si mismo, pero también en pareja y famiia.
Judith Morejón. Terapeuta de pareja
‘El fútbol no es el único problema’
Hay muchos problemas familiares debido a la calidad del tiempo que se comparte. El fútbol no es el único problema que va asociado a la falta de comunicación y de tiempo para compartir en familia y en pareja. A esto se suma el fútbol . Para los hombres esto es muy importante, pero ellos no ven que esto resta tiempo a la familia . Es parte de la convivencia negociar los espacios . El hombre debe buscar cómo compensar esos tiempos. Tanto hombre como mujer deben desarrollarse de forma individual. Esto es saludable, le da aires frescos a la relación. Las mujeres tendemos a ser muy posesivas y los hombres no quieren involucrarse en nada. Se necesita modificar esto y mejorar el diálogo y la capacidad de escuchar. Los dos deben ganar en el acuerdo al que lleguen. Si es necesario un tercero debe intervenir en este diálogo y convenio.